sábado, 29 de diciembre de 2012

GAFAS


Gafas 

            Felipe lanzó un derechazo que pasó a cuatro dioptrías y media de mi nariz. Yo embestí contra su cuerpo pero me caí de morros en la cama porque su cuerpo no estaba allí. Sorprendidos, nos pusimos las gafas y analizamos la situación. Los dos tebeos del Capitán América tenían las portadas casi idénticas, pero el interior diferente, ninguno había intentado engañar al otro en el cambio. Esa tarde aprendimos a quitarnos las gafas cuando aparecía la Chica Fantástica.

                                                                    de Silencios que me conciernen



domingo, 23 de diciembre de 2012

PERFECTAMENTE

  
            ¡Es tan bueno! Seguro que mamá lo comprenderá perfectamente. Cuántas veces le habré dicho que en la primera cita me regaló una camelia, y que sonreía como lo hacen las personas nobles, las personas en las que se puede confiar. Ricardo, allí parado, al borde de la piscina, con el sol de cara, la flor en su mano, como un sueño... Estoy tan ilusionada, mamá, me gustaría decírtelo al oído, y que me abraces y que sepas que por fin voy a ser feliz. Que todo va a salir bien, muy bien, mucho mejor que bien. Créeme, todavía no han comenzado los preparativos, y yo ya estoy preparada. Lista. Con el esquema encima del escritorio, punto por punto, y vas a alucinar cuando veas que cada uno de los apartados tiene tres y hasta cuatro alternativas, por si las cosas se empeñan en torcerse. Nada queda fuera de mi control. ¡Y el anillo! Tengo que enseñarte el anillo, mami. Pero enseñártelo sin previo aviso, como Ricardo me lo enseñó a mí, y que brille tu mirada como brilló la mía en ese momento. Tu mirada, brillando para mí. Tus ojos pequeñitos, y la sonrisa corta, sólo para mí. Me lo merezco, mamá, he sido fría y diligente. ¿Podemos mirarnos a la cara, a la misma altura? ¿He merecido la pena para ti? Todo tu esfuerzo, tu descomunal esfuerzo, mamá... ¡¡DEBES SENTIRTE ORGULLOSA DE MÍ!! ORGU-llosa. Porque voy a ser FELIZ. Y cuando tú me decías, insistías, machacabas, humillabas para que fuera una chica ejemplar, tenías toda la razón, mamá:
            “Lo importante es que seas feliz, Eugenia, porque si eres feliz la vida funciona perfectamente. Y no olvides nunca que hay que tener previsto hasta el menor detalle, ser minuciosa, exacta, precisa, impecable, Recta, Recta, Recta”.
            Me hice empastar aquella muela la semana pasada, mamá, te hice caso. Vencí el miedo y ahora tengo un buen aliento. Lo hice sin pensar, por impulso. Porque ahora, mamá, también sigo mis impulsos. Se me nota en la mirada que soy arrogantemente humana. No me escondo. Y me estoy acostumbrando a cargar  siempre con las consecuencias. ¿Sabes que Ricardo es capaz de detenerse cuando lo estamos haciendo? En seco. Basta con que yo se lo pida. Puedo confiar en él. Ricardo no tiene nada turbio. No se nos va a quedar mirando en mitad de la cena a sus hijos y a mí con esa cara de cuchillo cebollero que tenía papá. Y a su lado yo podré ser natural. Sin disimulos. Sin ser la primera dama del teatro doméstico como tú. Y además me he asegurado muy-mucho de que fuera él quien diera los pasos necesarios. Que no crea que renuncia a nada por mí. Que cuando me abrace no piense que soy para él una trampa. Yo voy a ser su mujer, no su condena. Una persona que sólo aspira a ser feliz a su lado. Y mis hijos van a gritar y a romperlo todo cuando les dé la gana. No voy a tener nada de valor, ni cuadros originales, ni un piano lacado que se araña con la mirada, ni tanto silencio corriendo por el pasillo... Y bragas de colores, que quiero ir con las tetas al aire y que Ricardo pierda la compostura. ¡La compostura! Joder, mamá, hablo como tú, estoy atrapada en tu vocabulario, tengo tu léxico tallado en mi frente. Pero YO VOY A SER FELIZ, acéptalo. Lo tengo TODO calculado, hasta el momento en que TODO dejará de estar calculado y mi vida comenzará a descomponerse perfectamente.

                                                                       publicado en Revista Cantárida

jueves, 20 de diciembre de 2012

FIDEL DE MIER: Páginas del libro de la melancolía


CANTÁRIDA Poesía sigue adelante. Mañana nos vamos de presentación a Cabezón de la Sal. Este es el comunicado de la revista:

    Queridos amigos:
    Sirvan estas líneas para invitaros al acto de presentación de la publicación de Fidel de Mier “Páginas del libro de la melancolía”, nº 2 de la Colección Cantárida Poesía, que tendrá lugar este viernes, 21 de Diciembre, a las 8 de la tarde, en el Centro de Estudios Rurales de la Universidad de Cantabria en el barrio de La Pesa de Cabezón de la Sal.


    La presentación contará con la introducción de Jose Antonio Gallego y Francisco Taboada, un recital de poemas a cargo de Alberto Muñoz y Coral González Bueno, la actuación de  Poetas en la Calle y la intervención final del propio autor. La organización corre a cargo de la Revista Cantárida y de la Asociación Cultural Ícaro de Cabezón de la Sal


    Fidel de Mier, Sopeña de Cabuérniga (1937), es Licenciado en Derecho y Literatura Hispánica. Ha sido profesor de Lengua y Literatura. Ha publicado un libro de poesía, "Verso", y otros poemas y relatos en revistas y libros colectivos como Peña Labra, El Pulso, Con tu piedra, Cantárida o Voces Poéticas de Cantabria, entre otros; y ha colaborado en grabaciones y arreglos musicales con Poetas en la Calle como “Verso”, “De soledad en Soledad” y “Esta es tu casa, amado”.


     Esperando vuestra presencia y con el ruego último de que difundáis esta convocatoria en vuestros circulos sociales y culturales, recibid un saludo cordial


     Por la Revista Cantárida: Maribel Gómez y Emilio Carrera. Apartado 37. 39500-Cabezón de la Sal (Cantabria). Tlf. 942-701029 Móvil 699116741. E-mail: cantarida@nodo50.org




lunes, 17 de diciembre de 2012

La cosecha en TERRITORIOS-El Correo



Breve reseña de María Bengoa

para el suplemento TERRITORIOS

de El Correo: Sábado 8-12-2012.

Gracias, María,

por acordarte de nosotros,

autores bajitos

de una editorial pequeña.

MEMORIA TURBIA


Memoria turbia


            El padre de Juan Ramón corría que se las pelaba pero Jacinto, el de las golosinas, le superó con facilidad y, cuando alcanzó al Tocapichas, le dio tantos puñetazos y patadas en los huevos que el padre de Juan Ramón tuvo que sujetarle para que no lo matara. Los niños presenciamos la paliza desde el muro del barrio, amenazando al aire con los puños blancos de rabia. Después de aquello nos resultó mucho más difícil quejarnos de las caricias sudadas que nos hacía Jacinto al servirnos las golosinas.

                                                                                de Silencios que me conciernen

miércoles, 12 de diciembre de 2012

HORIZONTE DE SUCESOS



Ella se dejó caer de espaldas sobre la cama. Su cuerpo brillante rebotó, se puso tenso, abrió las piernas, y dijo algo. Yo estaba a sus pies con una erección aproximada. Mis ojos la escanearon sin pudor, desde las rodillas flexibles a los muslos trémulos, el pubis afeitado en triángulo escaleno, el vientre con una sombra de hormigas que llegaba hasta el ombligo, el estómago hundido, el pecho sobresaliente, los pezones como las válvulas de los pavos americanos cuando quieren salir del horno. Ella volvió a decir algo. Miré sus labios significativos, avancé con firmeza y me puse encima. El aliento de sus palabras golpeaba mi cara pero no podía oírla. El fragor de las olas en el exterior del faro se vio interrumpido por su entrecejo fruncido. Sus ojos desafiantes. Esta vez dijo Algo. Sus piernas se cerraron de golpe y, aprovechando el movimiento, se escurrió hacia un lado, saltó ágil de la cama, llegó hasta la silla con dos zancadas y se puso las bragas y la camiseta.
             Luego se sentó en la silla, cruzó las piernas y me miró con ferocidad.
            —No me gusta que me describas. Y mucho menos de ese modo.
            Me quedé quieto sobre la cama, sin decir nada, menguando.  Ella insistió.
            —Cuando me estás describiendo, se te nota en la mirada. Y ahora me estabas mirando con ojos de pornografía barata.
            —Se llama Porno Pitorreo, y es un arte. Un arte menor, pero arte. Tampoco están los tiempos para exquisiteces.
            —¿Y cuánto te van a pagar, mercenario? Cien euros el relato, ¿o se dice la pieza, como en la caza?
            Me incorporé en la cama. Mis ojos adiestrados atravesaron su camiseta. Miré sus pechos vidriosos con ojos turgentes. Ella se puso furiosa. Fue hasta la mesilla, abrió mi cajón, y lo encontró lleno de pornografía dura. Luego abrió la puerta del armario, echó a un lado los trajes y encontró, detrás de la cajonera, la pornografía guarra, guarra de verdad. Le escandalizó que las revistas fueran todas antologías, y que tuvieran el sello de la tienda, y un número.
            —No me digas que son alquiladas, qué asco…
            —Hay que compartir, estamos en crisis. Sólo intento documentarme por un precio razonable.
            Ella terminó de vestirse a toda prisa, calcinándome con la mirada. La seguí hasta el salón, desnudo, pero no rendido.
            —Te juro que no voy a escribir esto.
            —Ya lo estás haciendo, pringao.
            Me dio la espalda y caminó hacia la puerta. Un viento muy oportuno le subió la falda. Mi sexo, de nuevo enhiesto, comenzó a golpear rítmicamente la mesa del salón. Convocada por la furia de mi tambor, bajó por las escaleras del faro una turba sediciosa que se apoderó de su cuerpo. La levantaron en volandas sin contemplaciones. Eran miles de zombis empalmados, decían cochinadas irreproducibles, pero muy imaginativas. Le arrebataron la ropa exterior, y rechupetearon la interior como una golosina. Qué vicio. Corrí tras ellos, lancero bengalí, hasta el agujero negro de las escaleras. Había saliva por todas partes. Y ese olor inconfundible a mantequilla parisina. Pero ni rastro de ellos. Ni de ella. Sólo el eco de sus voces lujuriosas reclamando el éxtasis prometido. Tenía que ceder.
            —Aah, aah, AAH —exclamé, porque adoro los clásicos. Y el faro, falocrático él, lanzó un destello radiante sobre la espuma del mar.
           
                                                                                      publicado en Luke

martes, 11 de diciembre de 2012

LUKE: El diseñador de casualidades



Nueva entrega de la revista Luke, Nº 144, Noviembre-Diciembre, y nuevo relato con foto fantástica de Paula Arranz.
El diseñador de casualidades es una historia corta, sarcástica, que contiene un pequeño homenaje a dos de mis autores de cabecera: Peter Handke y Javier Marías, y también es una crítica a esa parte papanatas nuestra cultura. Lo puedes leer aquí:

http://www.espacioluke.com/2012/Noviembre2012/taboada.html


domingo, 9 de diciembre de 2012

ICONOS


Iconos


            A las cuatro y media empezó a llover. Habíamos quedado a las cinco, y Sonia dejó bien claro que si llovía la cita quedaba anulada. Como el optimismo me había impedido llevar paraguas, corrí a refugiarme en los soportales de la iglesia. Me entró frío y decidí esperar dentro, por si escampaba.
            Había algunas personas diseminadas por los bancos, rezando de rodillas o sentados hablando con Dios. La capilla de la Virgen de la Luz estaba vacía. Me arrodillé en el reclinatorio, recé dos avemarías y le pedí perdón por no haberla visitado en las últimas semanas. La Virgen me perdonó de inmediato con hermosas palabras susurradas en mi oído. Le hablé entonces de Sonia, de lo enamorado que estaba de ella y, si me hacía el favor de cortar la lluvia, como yo le encendía velitas y tal...
            Que yo recuerde era la primera vez que la Virgen dejaba de hablar conmigo en mitad de una conversación. Le pregunté si estar enamorado significaba que ya no me iba a contar más secretos de las chicas. No dijo nada. Me enfadé, tomé asiento y observé su figura de alabastro. La cara era la de mi madre de joven, eso ya lo sabía, pero nunca me había fijado en que sus manos y su postura de arrogante humildad eran idénticas a las de Sonia. Me levante sin despedirme y salí de la iglesia con idea de no volver. Esa noche llamé a Sonia y rompimos, le dije que a mí me encanta la lluvia.

                                                                                     de Silencios que me conciernen




viernes, 7 de diciembre de 2012

VIVIR EN EL ECO


Vivir en el eco 


            El coche venía como una bala, me propinó en la cabeza un golpe, mortal de necesidad, pero no sufrí ni un solo rasguño, había vuelto a nacer, era un milagro; y también la gota que colmaba el vaso, para mis padres, que me metieron interno, aquí, donde la vida no vale nada, porque se toman conmigo demasiadas precauciones.

                                                                         de Silencios que me conciernen



viernes, 30 de noviembre de 2012

ESOPO EN EL CARIBE

En Kingston, Jamaica, un cuervo rastafari había pillado un sándwich de queso y estaba subido en lo alto de una planta de marihuana a punto de comérselo. Pasó por allí un zorro estadounidense, que había ido a Kingston, Jamaica, a pillar semillas auténticas, y debido a la gran fumada de recibimiento que le dieron los colegas en la plantación estaba el pobre que alucinaba de hambre. Ante la visión del apetitoso sándwich, le dijo al cuervo:
—Joé, tío, qué suerte tienes, un sándwich como ése no se lo preparan en su palacio del cielo ni al mismísimo Hailé Selassié. ¡Qué pedazo bocata! Eres un artista, qué sensibilidad, qué dominio de la loncha, y de los detalles decorativos. Qué gusto. Cómo se nota que tú, todo tú, eres en ti mismo una buena vibración. Si el profeta Bob Marley pudiera verte ahora diría: este chico está iluminado, este chico es muy querido para mí, el Señor te ama. ¡Aleluya! 
            El cuervo rastafari, sorprendido y descolocado en mitad del mordisco, y por no hacer un feo, respondió: ¡Aleluya!, y el sándwich se deslizó desde su pico y cayó en dirección al zorro yanqui.
Pero, cuando pasaba a la altura de su pata, el cuervo lo cogió al vuelo.
            —¿De dónde has dicho que eres?
—De los Ángeles, California.
—Ya. ¿Y en los Ángeles, California, no os enseñan a elaborar mejor un discurso? Qué desastre, parece mentira que seas un zorro. Acabas de mezclar a la brava una misa evangelista de Nueva Orleáns con el buenazo de Bob Marley... Y lo de las god vibration… caramba, eso está más pasado que la cosecha del dos mil. Además: ¿a ti te parece ético vacilarle a un pobre cuervo el almuerzo de ese modo tan miserable? Piensa un poco, anda, piénsalo.
El cuervo rastafari le dio un mordisco enorme al sándwich, y miró hacia el horizonte, hacia Kingston, Jamaica. De su pico caían migas como espejismos. El zorro californiano se puso a dar vueltas, frenético:
—Tampoco te pongas así. No es fácil ser un zorro, ¿sabes? Todo el mundo te discrimina, siempre esperan lo peor, nadie confía en ti... La verdad, que conste que yo te he entrado bien, con referencias culturales, étnicas, porque nada más verte ya he notado que tú tenías estudios. Salta a la vista, llevas las plumas colocadas con mucha ilustración.
—No te cansas nunca, ¿verdad?
—¡Es que tengo hambre! Y tú tampoco ayudas mucho. Se suponía que en algún momento ibas a soltar el sándwich, y a cambio recibirías una lección inolvidable. Vamos, que eres tú el que se está enrollando fatal. Te estás perdiendo una oportunidad de aprender algo, algo importante, trascendental.
—¡Qué paliza de tío! Acabemos de una vez Si quieres un trozo de sándwich, pídemelo por favor.
Please, please, please —dijo el zorro, en ingles en el original, con el rabo entre las piernas.
Entonces el cuervo rastafari dejó caer la mitad de sándwich que le quedaba. El zorro pegó un salto prodigioso y lo engulló de un solo bocado. Luego le guiñó un ojo al cuervo, y echó a correr, partiéndose de risa, hacia Kingston, Jamaica.

                                                                                publicado en Revista Cantárida

jueves, 8 de noviembre de 2012

SIN COBERTURA MORAL

Ya era hora. En la puerta de entrada al recinto han colocado un cartel con un hombre de Vitrubio tachado con una equis. Es un detalle por parte de la Dirección. Los espacios sin cobertura moral deben estar debidamente señalizados, que nadie diga que entró sin saber dónde se metía. La gente es muy tonta, y la ley deja bien claro que el cliente debe estar informado hasta la saturación. Nada más entrar, una pantalla nueva que cuelga del techo me advierte de la pérdida de derechos legales en estas instalaciones y de la necesidad de firmar un contrato que exime a la empresa de cualquier responsabilidad.  Aquí se entra desnudo, se actúa al libre albedrio y en la salida recogen tus pedazos. Lo demás es asunto de cada cual, no hay cámaras, sólo sensores térmicos. Por suerte, una amplia curva me impide ver el interior. Puedo oír, amortiguados, distantes, gritos humanos. Pongo en marcha mi identificador, se enciende un camino en el suelo y se ilumina una puerta en la pared. Al aproximarme a ella,  aparece el rótulo: Sólo personal autorizado. El identificador le informa a la puerta de mi llegada, se abre, entro, y espero hasta oír el clic del seguro a mi espalda. Me gustan las modificaciones, la empresa se está portando. Desde la torre, la voz de Sacha me pregunta si soy yo. Me asomo al hueco de la escalera. Sacha asoma su cabeza pelada: No subas, vete al triturador número cinco. Rápido. No me gusta que me dé órdenes, le enseño un dedo pero no puede verlo. Me doy prisa en llegar a la avería. En el cajetín del filtro del triturador hay dos ojos azules todavía sanguinolentos taponando la salida. Qué asco de trabajo. Compruebo las cuchillas. Una pala rota ha destrozado toda la sección de corte. Busco un repuesto, lo cambio y luego miro el libro de control. Falta la firma de Ramón debajo de la revisión correspondiente. Añado debajo el parte de mi reparación en letras mayúsculas, para que destaque el vacío dejado por ese insensato, y luego le saco una ráfaga de fotos. Subo a la torre y hablo con Sacha del asunto. Me pide que espere, tiene una tarde muy ajetreada. Una de sus pantallas brilla enloquecida, hay una aglomeración humana cerca del triturador número catorce. El analizador de movimientos llega a la línea de caos y salta la alarma. Sacha pulsa el botón del gas, en la pantalla una mancha verdosa se extiende sobre un agrupamiento de gente. Al instante, los cuerpos se separan y la alarma enmudece. No llegan ni a monos, son como lagartijas. Que me maten si entiendo por qué lo hacen. Le recuerdo que además pagan,  y nos reímos.  Sacha se niega a aceptar mi propuesta de librarnos de Ramón, le cae fatal pero es mejor que los anteriores oficiales de mantenimiento, lo cual es cierto, y como tiene antigüedad su sueldo consolidado nos garantiza mayores beneficios. Hacemos el cálculo. No revisar el triturador le costará el sueldo de dos meses, o avisaremos al inspector, que le cobrará el doble, dice Sacha. También me recuerda que Ramón se acaba de casar, así que el pago se hará en cuatro plazos. Tengo que aceptar, y además con un 60 a 40 a su favor, porque las hojas de parte falsificadas las tiene él. Será mejor que Sacha no se descuide, un 10 por ciento es motivo más que suficiente para que le desgracie la vida. Mi dinero es sagrado.

                                                                                     publicado en Luke




domingo, 4 de noviembre de 2012

jueves, 1 de noviembre de 2012

LAS CABEZAS DE LAS PATAS


          Me gusta el olor del salitre que domina todas las cosas. Su sabor, y esa cualidad pegajosa de reclamo antiguo. La compañía de su tacto. Lo indudable de su presencia, el modo que tiene de hacer vibrar todo mi cuerpo y volverlo más receptivo aún que cuando se acerca Rafael. Sólo con el mar compites, le digo a veces, y entonces él me abraza como las olas. Y me trae al malecón porque lo necesito.
             Este es un lugar para esperar en vano.                                        
             Me quedé definitivamente ciega aquí mismo, hace hoy diecisiete años. No veo ni jota, ni sombras ni luces ni nada parecido, como si no tuviera ojos. Los demás sentidos no compensan la pérdida, pero tenerlos acentuados es un consuelo; aunque a veces me duele oír demasiado, oler demasiado, paladear lo insípido y tocar más allá de lo prudente. Siempre he sido una persona leve, con poco carácter, que procura pasar desapercibida. Recuerdo que al principio me ponía colorada pensando en todos esos ojos que me miraban y que yo no podía ver. En los ojos que me vigilaban para que no me hiciera daño, en los ojos clavados en mí con descaro y compasión, también en los ojos que me hacían vulnerable y esperaban mi caída. Ahora sólo pienso en los ojos de Rafael, que son mis dos ojos, los ojos que lleva engastados el cuerpo que amo. Y en su voz, que teje el relato de lo que ve, y que convierte lo visto en fantasía. Rafael miente como un bellaco, la mitad de lo que cuenta se lo saca de la manga.  Tener que ver por los dos, le produce serias alucinaciones.
            No hablamos, sin embargo, al subir al malecón. Guardamos un silencio reverencial. Caminamos ligeros y, cuando llegamos al final, Rafael me sienta en un noray y me deja sola. Necesito sentir el mar a mi alrededor. Su fuerza imponente al subir y bajar, la resistencia de las rocas. Todo ese poder que me da miedo y luego me transporta. Entonces recuerdo con nitidez mi último día de luz, comiendo aquí con mi familia. Puedo ver esa lámina de champiñón brillante que salta desde el borde del plato hasta mi falda, y miro hacia abajo y veo entre la niebla la cabeza de Bosco, su hocico, su lengua y el champiñón desaparece. También veo a mi madre, con su voz de flauta irritada en mi oreja izquierda, y un tenedor de plástico oscuro que pasa frente a mis ojos arrastrando mi mano, y una servilleta negra que cae sobre mi regazo, y a mi hermano que me dice al oído ya eres mayor. En el centro de la mesa hay un pollo asado, y Bosco lo vigila para que no eche a correr. Mi padre diserta sobre los huesos del pollo: los huesos de los pájaros pesan poco, astillan mal, son peligrosos para el perro, sólo hay que darle la carcasa, y si acaso las ternillas, las cabezas de las patas. Luego caen del cielo muchos puntitos de confeti, todos de color gris plateado, y cubren por completo todo el espacio, sin dejar ni un hueco en blanco, y entonces llega el enorme regalo de cumpleaños que ya no pude ver.
            Sólo Bosco se dio cuenta. Colocó su cabeza bajo mi nano y la sostuvo con decisión. Tuve un perro lazarillo antes de que los demás supieran que estaba ciega. Era lo esperado, aunque no tan de repente. YA ESTÁ, fue lo que dije, y, mientras todos callaban, el mar siguió enviando una tras otra sus olas, con total indiferencia. O completa sabiduría.
            Fue en ese instante cuando la vida se cristalizó en mi cabeza. Y ése el motivo que me hace regresar a este sitio el día de mi cumpleaños. Aquí soy inmaterial y el mundo que me rodea me habla con sus latidos. Aquí sentí por vez primera el poder del mar y de la sal. Mi primer recuerdo de ciega son unos pasos que se dibujaron en mi mente. La materia que pisaban no era real, tenía una textura que incluía sentimientos. Y el trazado de los pasos era el crujido de la sal depositada sobre las piedras del malecón.  La sombra sonora de las cosas.
            Pero éste es un lugar para esperar en vano.
           Al atardecer, le pido a Rafael que me saque de mi celebración solitaria caminando descalzo. Me gusta oírlo llegar. Recibir, como la primera vez, un tierno escalofrío. Buscarlo con las manos. Tocarlo, y verlo iluminado dentro de mi cabeza. Y luego besarlo con fuerza, con los ojos cerrados y los labios calientes por el salitre que domina todas las cosas.

                                                                           publicado en Revista Cantarida

martes, 30 de octubre de 2012

LUKE: Horizonte de sucesos


Hoy se publica un nuevo número de la revista Luke.: Octubre 2012- Nº 143. Mi relato, esta vez, es erótico festivo, en concreto del tipo llamado Porno Pitorreo. Para leerlo:

http://www.espacioluke.com/2012/Octubre2012/taboada.html

lunes, 22 de octubre de 2012

PRESENTACIÓN LA COSECHA- BILBAO






Hoy a la tarde estaremos en Bilbao presentando La cosecha, de la editorial Arte Activo de Vitoria-Gasteiz. Habrá exposición de cuadros de Roberto Mota, se leeán unos textos, y luego pinchitos, vinillo y charla. La cita:

A LAS 20 H.
HIKA ATENEO
Muelle de IBENI, 1

Si os animáis, allí nos vemos.



viernes, 19 de octubre de 2012

PRESENTACIÓN LA COSECHA-Vitoria-Gasteiz

Nos vamos de presentación de La cosecha a Vitoria:

SALA ITINERANTE
CALLE ZAPATERÍA, 79
VITORIA-GASTEIZ

miércoles, 17 de octubre de 2012

LA COSECHA-Novela de relatos



Francisco Taboada
Roberto Mota

Arte Activo Ediciones

Colección Narrativa Raciovital

Vitoria-Gasteiz, 2012

Páginas: 160

PVP: 15 €

ISBN: 978-84-939658-8-4

MACETA CRUDA


Maceta cruda


            Cuando llegué al barrio, le presté una atención premonitoria a una maceta sin pintar que había en el alféizar del segundo piso de mi bloque. Yo me dirigía un piso más arriba, en el siguiente portal, y desde la ventana del salón pude ver que la maceta no estaba sujeta con cuerda ni alambre, sencillamente reposaba en el platillo sobre un círculo de agua. Fue el primer objeto con el que tuve relación y determinó cómo sería a partir de entonces mi vida.
            No recordaba haber estado nunca solo. Así como suena. Muchos hermanos, gente en la casa, amigos tocando el timbre, partidos de fútbol, bodas, bautizos y comuniones. Una copla que no suena sin gente alrededor. Pero ahora tocaba seguir adelante y sustituir a los demás por la presencia fiel de los objetos.
            Hablo con las cosas, de momento en la cabeza pero dame tiempo, lo mismo con la cuchara, con los fideos de la sopa, con la nevera, con todo lo que me rodea, incluso a gritos con esa maceta sin pintar que da miedo pasar por debajo. Tengo la certeza de que está destinada precisamente a mí, y que me caerá encima un día que camine alegre y confiado.

                                                                              de Silencios que me conciernen



sábado, 13 de octubre de 2012

NO QUIERO SABER DE QUÉ HABLO


NO QUIERO saber de qué hablo,
jugar con ventaja, anticiparme,
ejercer sobre la mirada
la malevolencia de lo tardío,
resabiado y prepotente.

Me muevo certero por este pantano
henchido de convencimiento,
cada paso depende
de la firmeza adjudicada,
el suelo imaginado, dado por cierto,
la tierra sumergida que espera por mi
pie, lo refrena, y lo hace triunfar
sobre la posibilidad
de un naufragio,

un naufragio, por otra parte,
al final inevitable.


                                  de Palabras dactilares, pag. 61

miércoles, 10 de octubre de 2012

SALITRE


Salitre 

            Vinieron unos amigos de Madrid y los llevamos como siempre a ver el mar. Es un ritual que se mantiene por el entusiasmo infantil que despierta, no sólo en ellos, también en nosotros, y disfrutamos juntos del paseo por la playa, la parrillada de pescado, las intimidades al ocaso y la indudable solvencia de un atardecer desde la orilla. María lo explica con mucha gracia diciendo que en su tierra cuando cae el sol se hace polvo y aquí, sobre el agua, se apaga. Nos consideran seres afortunados. Jamás les hemos confesado que al vivir cerca del mar nunca vamos a verlo. Es algo normal, el salitre llega hasta nosotros con la bruma de la mañana, respiramos el vaivén de las mareas, somos gente de agua. Lo cierto es que sólo vamos al mar cuando vienen ellos. Su entusiasmo procede de comprobar que el mar existe; el nuestro, de saber que sigue ahí.

                                                                                de Silencios que me conciernen

lunes, 8 de octubre de 2012

MUDA GRIS


Muda gris

            Cuando la vida te centrifuga acabas en las afueras, en un piso como éste, barato, funcional, una salita, un dormitorio, una cocina y un cuarto de baño de los que hay que salir para darse la vuelta. Es como una plaza de garaje donde aparco estas vísceras embutidas en un cuerpo que no cabe en el espejo: estoy gordo, viejo, amargado sin mis hijos, con la mitad de sueldo y a cien paradas de metro de la vida humana. Aquí no se vive. Aquí se viene a parar. Aquí sólo flota en el aire una pregunta, la que se hacía el Increíble Hombre Menguante a lomos de una pulga: ¿hasta dónde puedo disminuir sin extinguirme?

                                                                                    de Silencios que me conciernen



domingo, 7 de octubre de 2012

CRITERIOS


Criterios

            Mi hijo no dormía bien. Le pregunté si le preocupaba algo y me contó lo siguiente. Él y esos amigos tan raros que tiene anotaron durante meses los programas de televisión que veían y los sueños que tuvieron en esas fechas. Las conclusiones del estudio, que van a presentar como trabajo escolar, demuestran que después de ver ciertos programas se pueden tener sueños parecidos, y que las personas enganchadas a una misma programación coinciden cada noche en idénticas pesadillas. Han titulado el experimento: la patente de los sueños. El mayor del grupo tiene catorce años.

                                                                               de Silencios que me conciernen

viernes, 5 de octubre de 2012

PANTANO


Pantano


            Mi memoria está en el fondo de un pantano. El día de difuntos alquilo una barca y dejo caer una corona de flores, atada con una piedra, sobre la tumba de mi mujer.

                                                                   de Silencios que me conciernen

domingo, 30 de septiembre de 2012

LAS CREENCIAS TODO LO DERROTAN



LAS CREENCIAS todo lo derrotan,
como los asentamientos.

Inevitablemente inevitable
cumplir el ciclo,
el año, las estaciones,
regresar a este lugar señalado
para dar fe del desastre
apagando sin testigos las velas.

A mi edad fracasar es un logro,
manifiesto derrota, y sin embargo
sigo aquí diciendo, sin tregua,
que sigo aquí diciendo sin tregua lo mismo,
preso de idénticos garabatos,
repetición de un bis,
para interrumpir el silencio
de este desierto
pronunciando al menos
la palabra soledad.

Soledad.
Del verbo SOLO.

                               de Palabras dactilares, pag. 87

sábado, 29 de septiembre de 2012

TOLARETXIPI IN LONDON

           
Publicado el 3 de julio de 2012 por Gozoa Jiménez

            Francia sigue como siempre, nada nuevo. El viaje se nos hizo eterno porque salimos con el tiempo justo y temiendo no llegar a Londres para escuchar a Eli Tolaretxipi. Desde Barakaldo hasta Burdeos nos llevó un tipo oscuro, de la tribu de Hank, y como peaje tuvimos que leerle poemas de su adorado Bukowski y de Karmelo Iribarren. Nos hizo bajar en Burdeos con la disculpa de que se quedaba en la ciudad a beber vino, pero el motivo real fue que mi compañera Itziar Uriarte  (Hueco, editorial Sine Die, 2011) cometió el error de decirle que somos poetas metafísicas. Yo añadí que antes de fin  de año seremos doctoras en Filósofia pura, y su mirada de asco fue una premonición. Se limitó a decir, en plan chulo: La muerte es una pérdida de tiempo. Pero no aclaró si era un verso suyo o de otro. Y la gente que no especifica las citas, no es de fiar.
            En Burdeos, sin embargo, no pudimos ni comernos un bocadillo. Había en la carretera infinidad de poetas, editores y enganchados al verso camino de Londres, y nos cogieron casi al momento. Tuvimos suerte, eran una pareja de evanescentes de Madrid. Escriben juntos, se llaman LooR, con un blog del mismo nombre, y han publicado Poesía sumergible I y II.  Con ellos no fue necesario esconder nuestra filiación, les gustó saber que pertenecemos al colectivo Ascensión Metafísica, por hipocorístico Txoni Metafísica, y que somos feroces argumentadoras en favor del pensamiento puro y duro. Me puse como ejemplo y les leí, con el énfasis congelado que me caracteriza, algunos poemas de mi último libro (No Ni Na, editorial Sine Die, 2012) y me aplaudieron y me silbaron, como debe ser.  También ellos son  forofos de Tolaretxipi, y hasta llegar a París no hicimos otra cosa que diseccionarla. Ellos coincidían, son muy coincidentes, que el motivo que los arrastraba hasta Londres era el principio del poema Dolor:

                        Lo primero que pierdo al caer
                        en el pozo es la sintaxis.

            Todos coincidimos en que es el hit puntero de este verano. Nosotras se lo oímos recitar a ella, in person, en el parque de Doña Casilda Iturrizar, de Bilbao. Llovía con ganas, Eli llevaba una chaquetilla china o japonesa de color dorado y, después de leer ella, dejó de llover. A los madrileños les pareció normal. Eli es prodigiosa. Meteorológica. Sus incondicionales sufrimos esperando que la editorial Trea publique de una vez Edgar. A ver si espabilan. Ser escogida para representar a Spain en la Olimpiadas poéticas de Londres 2012 no es cualquier cosa.
            Del Eurotúnel no voy a decir nada que me agobia.
            Londres sigue como siempre, alguna cosa nueva. En otro post, cuando regresemos a casa, mi compañera Itziar dará cuenta de las incidencias sucedidas en la Pérfida Albión. Sólo adelanto que saludamos y besamos a Eli, que puso su firma en la escayola de mi brazo, que el bobo del presentador era incapaz de decir de corrido Tolaretxipi y que un poeta gaitero escocés le susurró al interior del fuelle unas cosas tan místicas que hubo hasta desmayos. De impresionar.
            Ha sido un deber neuronal asistir este año al Poetry Parnassus. Una gozada.

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Etiquetas: Seguimos, en Londres, colgadas, necesitamos, volver, Barakaldo, sweet home.


                                                                publicado en Espacio Luke nº 140 , junio 2012

jueves, 27 de septiembre de 2012

LUKE: Peligro: Zona natural


    Este mes de septiembre, en la revista Luke nº 142, se publica el relato titulado Peligro: Zona natural, con una estupenda foto de Paula Arranz.
   Peligro: Zona Natural es una historia que reflexiona sobre esa tendencia actual a sacarle fotos a todo, propiciada por  la tecnología digital. La idea surgió en Somo, durante un atardecer precioso y multitunario, con un centenar de expectadores cámara en mano más pendientes de lo  que aparecía en sus pantallitas que de lo que sucedía en la realidad. Tuve la sensación inicial de que se perdían algo, pero luego también me di cuanta de que ganaban otras cosas, modos nuevos de observar la vida. Prescindiendo de moralismos y otras valoraciones, tenía que surgir una fantasía poética. Se puede leer aquí:

http://www.espacioluke.com/2012/Septiembre2012/taboada.html

viernes, 21 de septiembre de 2012

YA NUNCA ME CURARÉ



YA NUNCA me curaré
de haber sido quien soy,
de haber persistido
con impaciencia
y haber sobrevivido.
                       
Cómo me ha demolido la vida,
en qué poco me ha dejado.
Y pensar que
un solo pensamiento correcto
hubiera sido suficiente para.
                       
Hay barras de miel barnizada,
otras oscuras y negras y opacas, sin luz,
también hay taburetes altos e infinitos,
como la lujuria de Larkin,
y tantas palabras prestadas
que ojalá tuviera las mías.

                                       
                                         de Palabras dactilares, pag. 25

domingo, 16 de septiembre de 2012

SALUDOS A RAQUEL Y A LAS NIÑAS


Saludos a Raquel y a las niñas

            La mosca atravesó limpiamente el cristal de la ventana y se alejó volando. El Patillas se quedó con el manotazo en el aire, desconcertado. Luego formó una paloma enganchando los pulgares y aleteó tras el insecto. Pero se detuvo al llegar al vidrio. Al ver su reflejo. Su rostro afilado encima del pájaro de dedos. Se tocó la cara:
            —­ Tú a mí me suenas de algo.          
            La puerta de la consulta se abrió y salió con cara lánguida el Orejas. Le interrogó adelantando las patillas. El Orejas negó con la cabeza, desconsolado; cruzó sin hablar la sala de espera y salió al pasillo. Durante unos instantes pareció indeciso, sin saber qué dirección tomar. Ése es uno de los síntomas del fracaso. Le dio pena verlo, pero no demasiada ya que probablemente él se encontraría en idéntica situación unos minutos más tarde y necesitaba reservar su compasión para sí mismo. Entró en la consulta.
            —Buenos días, DON Esteban —le dijo el médico con los ojos muy abiertos, atento a todas sus reacciones.
            El Patillas asintió con desidia. Tomó asiento e hizo un gesto malhumorado. Todavía recordaba que la semana anterior el médico se había dirigido a él empleando el tuteo y una serie de expresiones relacionadas con la fontanería.
            —Verá, don Esteban, hemos recibido una carta de su esposa, doña Raquel Segura y en ella nos dice que a usted se le dio por desaparecido hace nueve meses. Las fechas coinciden. Hemos enviado una fotografía suya y le ha reconocido.
            El Patillas calculó mentalmente sesenta segundos, el tiempo que adjudicaba al descanso con ambos pies en el suelo, y luego cruzó las piernas. A él le daba la impresión de que se sentía más a gusto con la pierna izquierda sobre la derecha, lo que podía significar que era zurdo o que tenía rasgos de zurdo, algo a tener en cuenta.
             —También le manda recuerdos de sus hijas, Cristina y Sonia.
             —¿Se encuentran bien?
            —¿Por qué lo pregunta?
            —Por educación, supongo.
            —¿Se acuerda usted de sus hijas?
       El médico sonrió entusiasmado. El Patillas se puso en pie.
            —Lo siento, doctor. Ya intentó encajarme a esa familia el mes pasado, antes de enviar la maldita foto. La verdad, yo creo que esa tal Raquel la abandonaron, se siente muy sola y aceptaría cualquier sustituto. Insisto, no la conozco de nada.
            El médico se quedó con la boca abierta, como perdido. Luego revisó la ficha, hizo unas marcas y se enfrentó a su propia desmemoria. Sin despedirse, el Patillas salió del despacho con toda la dignidad del mundo, arrastrando su anonimato. Se sentía algo así como... indefinido, tal vez.
            —¿Qué tal, Patillas —le preguntó el hombre que esperaba en la antesala.
            —Nada, Ojazos. No hubo suerte. Además, acaba de meter la pata conmigo.
            —Pues buena me espera. Tú tienes suerte, por la edad. Como yo soy joven me tiene estereotipado: drogas, violencia callejera, sexo contra las paredes, ya sabes. Y siempre hay un completo desconocido que te echa de menos.
            —Así está el mundo. No somos nadie.
             —Algo que tenemos.
            —Cierto. Te veo sólido. No te dejes asimilar.
            El Ojazos entró en la consulta empujando con energía la puerta. El Patillas cruzó la sala de espera y salió al pasillo. Durante unos instantes pareció indeciso, sin saber qué dirección tomar.