domingo, 30 de septiembre de 2012

LAS CREENCIAS TODO LO DERROTAN



LAS CREENCIAS todo lo derrotan,
como los asentamientos.

Inevitablemente inevitable
cumplir el ciclo,
el año, las estaciones,
regresar a este lugar señalado
para dar fe del desastre
apagando sin testigos las velas.

A mi edad fracasar es un logro,
manifiesto derrota, y sin embargo
sigo aquí diciendo, sin tregua,
que sigo aquí diciendo sin tregua lo mismo,
preso de idénticos garabatos,
repetición de un bis,
para interrumpir el silencio
de este desierto
pronunciando al menos
la palabra soledad.

Soledad.
Del verbo SOLO.

                               de Palabras dactilares, pag. 87

sábado, 29 de septiembre de 2012

TOLARETXIPI IN LONDON

           
Publicado el 3 de julio de 2012 por Gozoa Jiménez

            Francia sigue como siempre, nada nuevo. El viaje se nos hizo eterno porque salimos con el tiempo justo y temiendo no llegar a Londres para escuchar a Eli Tolaretxipi. Desde Barakaldo hasta Burdeos nos llevó un tipo oscuro, de la tribu de Hank, y como peaje tuvimos que leerle poemas de su adorado Bukowski y de Karmelo Iribarren. Nos hizo bajar en Burdeos con la disculpa de que se quedaba en la ciudad a beber vino, pero el motivo real fue que mi compañera Itziar Uriarte  (Hueco, editorial Sine Die, 2011) cometió el error de decirle que somos poetas metafísicas. Yo añadí que antes de fin  de año seremos doctoras en Filósofia pura, y su mirada de asco fue una premonición. Se limitó a decir, en plan chulo: La muerte es una pérdida de tiempo. Pero no aclaró si era un verso suyo o de otro. Y la gente que no especifica las citas, no es de fiar.
            En Burdeos, sin embargo, no pudimos ni comernos un bocadillo. Había en la carretera infinidad de poetas, editores y enganchados al verso camino de Londres, y nos cogieron casi al momento. Tuvimos suerte, eran una pareja de evanescentes de Madrid. Escriben juntos, se llaman LooR, con un blog del mismo nombre, y han publicado Poesía sumergible I y II.  Con ellos no fue necesario esconder nuestra filiación, les gustó saber que pertenecemos al colectivo Ascensión Metafísica, por hipocorístico Txoni Metafísica, y que somos feroces argumentadoras en favor del pensamiento puro y duro. Me puse como ejemplo y les leí, con el énfasis congelado que me caracteriza, algunos poemas de mi último libro (No Ni Na, editorial Sine Die, 2012) y me aplaudieron y me silbaron, como debe ser.  También ellos son  forofos de Tolaretxipi, y hasta llegar a París no hicimos otra cosa que diseccionarla. Ellos coincidían, son muy coincidentes, que el motivo que los arrastraba hasta Londres era el principio del poema Dolor:

                        Lo primero que pierdo al caer
                        en el pozo es la sintaxis.

            Todos coincidimos en que es el hit puntero de este verano. Nosotras se lo oímos recitar a ella, in person, en el parque de Doña Casilda Iturrizar, de Bilbao. Llovía con ganas, Eli llevaba una chaquetilla china o japonesa de color dorado y, después de leer ella, dejó de llover. A los madrileños les pareció normal. Eli es prodigiosa. Meteorológica. Sus incondicionales sufrimos esperando que la editorial Trea publique de una vez Edgar. A ver si espabilan. Ser escogida para representar a Spain en la Olimpiadas poéticas de Londres 2012 no es cualquier cosa.
            Del Eurotúnel no voy a decir nada que me agobia.
            Londres sigue como siempre, alguna cosa nueva. En otro post, cuando regresemos a casa, mi compañera Itziar dará cuenta de las incidencias sucedidas en la Pérfida Albión. Sólo adelanto que saludamos y besamos a Eli, que puso su firma en la escayola de mi brazo, que el bobo del presentador era incapaz de decir de corrido Tolaretxipi y que un poeta gaitero escocés le susurró al interior del fuelle unas cosas tan místicas que hubo hasta desmayos. De impresionar.
            Ha sido un deber neuronal asistir este año al Poetry Parnassus. Una gozada.

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Etiquetas: Seguimos, en Londres, colgadas, necesitamos, volver, Barakaldo, sweet home.


                                                                publicado en Espacio Luke nº 140 , junio 2012

jueves, 27 de septiembre de 2012

LUKE: Peligro: Zona natural


    Este mes de septiembre, en la revista Luke nº 142, se publica el relato titulado Peligro: Zona natural, con una estupenda foto de Paula Arranz.
   Peligro: Zona Natural es una historia que reflexiona sobre esa tendencia actual a sacarle fotos a todo, propiciada por  la tecnología digital. La idea surgió en Somo, durante un atardecer precioso y multitunario, con un centenar de expectadores cámara en mano más pendientes de lo  que aparecía en sus pantallitas que de lo que sucedía en la realidad. Tuve la sensación inicial de que se perdían algo, pero luego también me di cuanta de que ganaban otras cosas, modos nuevos de observar la vida. Prescindiendo de moralismos y otras valoraciones, tenía que surgir una fantasía poética. Se puede leer aquí:

http://www.espacioluke.com/2012/Septiembre2012/taboada.html

viernes, 21 de septiembre de 2012

YA NUNCA ME CURARÉ



YA NUNCA me curaré
de haber sido quien soy,
de haber persistido
con impaciencia
y haber sobrevivido.
                       
Cómo me ha demolido la vida,
en qué poco me ha dejado.
Y pensar que
un solo pensamiento correcto
hubiera sido suficiente para.
                       
Hay barras de miel barnizada,
otras oscuras y negras y opacas, sin luz,
también hay taburetes altos e infinitos,
como la lujuria de Larkin,
y tantas palabras prestadas
que ojalá tuviera las mías.

                                       
                                         de Palabras dactilares, pag. 25

domingo, 16 de septiembre de 2012

SALUDOS A RAQUEL Y A LAS NIÑAS


Saludos a Raquel y a las niñas

            La mosca atravesó limpiamente el cristal de la ventana y se alejó volando. El Patillas se quedó con el manotazo en el aire, desconcertado. Luego formó una paloma enganchando los pulgares y aleteó tras el insecto. Pero se detuvo al llegar al vidrio. Al ver su reflejo. Su rostro afilado encima del pájaro de dedos. Se tocó la cara:
            —­ Tú a mí me suenas de algo.          
            La puerta de la consulta se abrió y salió con cara lánguida el Orejas. Le interrogó adelantando las patillas. El Orejas negó con la cabeza, desconsolado; cruzó sin hablar la sala de espera y salió al pasillo. Durante unos instantes pareció indeciso, sin saber qué dirección tomar. Ése es uno de los síntomas del fracaso. Le dio pena verlo, pero no demasiada ya que probablemente él se encontraría en idéntica situación unos minutos más tarde y necesitaba reservar su compasión para sí mismo. Entró en la consulta.
            —Buenos días, DON Esteban —le dijo el médico con los ojos muy abiertos, atento a todas sus reacciones.
            El Patillas asintió con desidia. Tomó asiento e hizo un gesto malhumorado. Todavía recordaba que la semana anterior el médico se había dirigido a él empleando el tuteo y una serie de expresiones relacionadas con la fontanería.
            —Verá, don Esteban, hemos recibido una carta de su esposa, doña Raquel Segura y en ella nos dice que a usted se le dio por desaparecido hace nueve meses. Las fechas coinciden. Hemos enviado una fotografía suya y le ha reconocido.
            El Patillas calculó mentalmente sesenta segundos, el tiempo que adjudicaba al descanso con ambos pies en el suelo, y luego cruzó las piernas. A él le daba la impresión de que se sentía más a gusto con la pierna izquierda sobre la derecha, lo que podía significar que era zurdo o que tenía rasgos de zurdo, algo a tener en cuenta.
             —También le manda recuerdos de sus hijas, Cristina y Sonia.
             —¿Se encuentran bien?
            —¿Por qué lo pregunta?
            —Por educación, supongo.
            —¿Se acuerda usted de sus hijas?
       El médico sonrió entusiasmado. El Patillas se puso en pie.
            —Lo siento, doctor. Ya intentó encajarme a esa familia el mes pasado, antes de enviar la maldita foto. La verdad, yo creo que esa tal Raquel la abandonaron, se siente muy sola y aceptaría cualquier sustituto. Insisto, no la conozco de nada.
            El médico se quedó con la boca abierta, como perdido. Luego revisó la ficha, hizo unas marcas y se enfrentó a su propia desmemoria. Sin despedirse, el Patillas salió del despacho con toda la dignidad del mundo, arrastrando su anonimato. Se sentía algo así como... indefinido, tal vez.
            —¿Qué tal, Patillas —le preguntó el hombre que esperaba en la antesala.
            —Nada, Ojazos. No hubo suerte. Además, acaba de meter la pata conmigo.
            —Pues buena me espera. Tú tienes suerte, por la edad. Como yo soy joven me tiene estereotipado: drogas, violencia callejera, sexo contra las paredes, ya sabes. Y siempre hay un completo desconocido que te echa de menos.
            —Así está el mundo. No somos nadie.
             —Algo que tenemos.
            —Cierto. Te veo sólido. No te dejes asimilar.
            El Ojazos entró en la consulta empujando con energía la puerta. El Patillas cruzó la sala de espera y salió al pasillo. Durante unos instantes pareció indeciso, sin saber qué dirección tomar.


sábado, 15 de septiembre de 2012

DETRÁS DE LOS SEMÁFOROS


Detrás de los semáforos


            Llegué a la cita con media hora de antelación para que se enfriara el motor del coche. Después lo empujé unos metros, aparqué y limpié los bajos. A medio cigarrillo apareció el comprador, venía con un amigo de uñas sucias que antes de nada abrió el capó y me pidió que lo pusiera en marcha.
            Al comprador le hablé del coche como si fuera un colega entrañable que nunca te deja tirado. Al mecánico le dije que no entendía de mecánica porque jamás había tenido una avería. Por prudencia, los había citado en una zona de gestorías, y en una de ellas, a su elección, cerramos el trato. Se ofrecieron a llevarme pero inventé una disculpa, y cobré el talón en la central del banco, dos calles más abajo. Pedí billetes pequeños, usados y no consecutivos. La cajera se extrañó y le dije que era una broma.

                                                                                 de Silencios que me conciernen



miércoles, 12 de septiembre de 2012

1957


1957

            En el año del Sputnic ocurrió algo más que el lanzamiento del primer satélite artificial, nací yo, y conmigo un número indeterminado de esquizofrénicos a los que las comadronas del Régimen nos inyectaron la enfermedad en el paritorio que fue nuestra propia casa. 
            El producto en cuestión es una enzima que se instala entre los dos hemisferios cerebrales y atrae hacia sí las partículas de mercurio ingeridas durante la infancia. Con el paso de los años, se crea en esa frontera natural una delgada película de mercurio, como el azogue de un espejo, y sin que el individuo pueda evitarlo cada lado del cerebro hace una réplica del otro. Dos personas que hablan, dos directores del mecanismo de rascarse la nariz, dos que hacen el amor con un tercero, dos que pierden demasiado tiempo asombrados el uno del otro.
            Ignoro la finalidad de este experimento, sólo conozco sus consecuencias. Tampoco tengo pruebas, pero en mi cabeza hay otro que sospecha lo mismo que yo. No sabemos a quién acudir. No sabemos si ellos esperan que acudamos. No sabemos si los otros han acudido ya, y somos los últimos, los más remisos, los que quedan.

                                                                                de Silencios que me conciernen

lunes, 10 de septiembre de 2012

LA CHAQUETA DE ESTAMBRE


La chaqueta de estambre


            Cuando regresé los médicos me explicaron lo que había sucedido. Era tan evidente que no podía creerlo. La chaqueta de estambre que había comprado en las rebajas por mil y pico pelas estaba impregnada de L.S.D.
            El estambre, me explicó el médico con cara de pirulí que al hablar se rechupeteaba con una lengua verde, es un tipo de tejido, una urdimbre hecha con finas hebras de lana de oveja. Su chaqueta es aragonesa, de oveja `rasa´, y según la policía hay una antigua denuncia presentada y luego retirada contra un pastor que metió su rebaño en un campo de centeno. El centeno tenía cornezuelo, las ovejas murieron y la lana se guardó en espera de tiempos menos desconfiados. Se empleó hace un año para tejer su chaqueta. Por algún motivo el ácido lisérgico de esa lana ha `despertado´. Antes de que me lo pregunte, debido a su larga exposición a la chaqueta, le diré que se va a quedar usted así toda la vida. Colgado.
            La pensión que me ingresan todos los meses apenas me llega para el enfermero, que me lleva por ahí como quien arrastra un globo. La chaqueta de estambre fue desinfectada y me la devolvieron porque le tenía querencia, pero fue inútil. La llevo siempre puesta y cuando siento que me llega un subidón la guardo inmediatamente en una bolsa y hago un par de llamadas. La alquilo treinta segundos, en mi presencia, aunque nadie quiere más, nadie se resiste a que se la quite. Estudiantes, investigadores, gente de la  noche que con su aportación económica me ayudan a seguir tirando. No sé en qué dirección.

                                                                                de Silencios que me conciernen



viernes, 7 de septiembre de 2012

MATEMÁTICA MODERNA


Matemática moderna


            Julián era hijo único: su madre entraba en su habitación cada media hora. Rafa ocupaba el penúltimo lugar en una familia de seis hermanos: su madre aparecía en cualquier momento, para dejar montones de ropa, ordenar, limpiar, pero no se metía en sus cosas. Mi madre llamaba antes de entrar, porque soy el pequeño y en esa época tenía clavado en la puerta un póster de Doble Cero, con la cabeza de un maniquí partida por un hachazo, a todo color y con sesos y mucha sangre.
            Julián vivía en el quinto, yo en el cuarto y Rafa en el segundo. Nuestras habitaciones coincidían en el recodo más estrecho del patio, estábamos muy cerca, aunque para vernos las caras teníamos que asomar la cabeza por la ventana. No solíamos hablar mucho, éramos buenos estudiantes, muy competitivos, los primeros de la clase. Sin embargo, esa tarde necesitábamos descansar porque llevábamos muchas horas estudiando para el examen del día siguiente, y yo propuse jugar un rato a los barquitos. Queríamos algo rápido, y escogimos la versión reducida, nada de barcos tocados, sólo hundidos: cuatro submarinos en un mar de diez por diez casillas.
            Comenzó la ronda de disparos. A-7, B-5, C-4. Agua, agua, agua. La segunda ronda y lo mismo, agua. Pasó media hora, entró la madre de Julián, salió y de nuevo agua. Rafa se tomaba su tiempo para pensar... Y agua. Y más agua. El juego se estaba alargando demasiado y, por el tono de cachondeo, se empezó a notar que estábamos haciendo trampa. Como no podíamos vernos, los tres habíamos dejado el casillero en blanco, sin poner submarinos. A pesar de saberlo, entre risas e insultos, agotamos las posibilidades. Cuando llegó mi turno, y el disparo que lo aclaraba todo, en vez de indicar las coordenadas dije sin más: agua. Rafa dijo agua. Y Julián agua. Luego cerramos nuestras ventanas, y los tres sacamos un notable alto en Matemática Moderna.

                                                                              de Silencios que me conciernen



jueves, 6 de septiembre de 2012

PARQUE


Parque

            El pato sujetó con su pico la nuca de la pata y comenzó a empujarla con tal ímpetu que parecía que la iba a ahogar. A mi lado una mujer con un bolso negro de charol descargó  un taconazo contra la gravilla y entre los dientes dijo: bruto, animal. Yo arranqué el currusco de mi bocadillo, se lo tiré al pato y le acerté en la cabeza. Quedó flotando unos instantes, se recuperó, y salió del agua para reunirse con la pata. La mujer del bolso dio un par de zancadas hacia mí y me arreó una bofetada.

                                                                           de Silencios que me conciernen



martes, 4 de septiembre de 2012

ME GUSTARÍA TENER EL CONSUELO



ME GUSTARÍA tener el consuelo
de saber mis dimensiones:
dónde el principio,
dónde los límites,
cuánto gozo y pena
me deparan los días,
para vivirlo todo ahora
y acto seguido
claudicar.

Quiero quedarme en la vida
como quien decide
no volver a levantarse de la cama,
llorar entre las sábanas
por mi pérdida,
ser un despojo, un desecho,
el malogrado,
y que el aire se las apañe
para entrar en mis pulmones
y mantenerme por siempre
moribundo.

                                         de Palabras dactilares, pag. 27