Somos muchos los que hemos apostado por Alberto Muñoz, compañero de editorial, buen poeta y mejor persona. Que Guillermo Balbona le dedique una página de Sotileza, remachada con precisión por Vicente Gutiérrez Escudero, es un acontecimiento. Bravo por Alberto. Estoy seguro de que esto le animará a llevar adelante su siguiente libro de poemas. Ya estamos esperando.
Y éstas son las palabras de Vicente Gutiérrez Escudero en su página de Facebook:
Hoy El Diario Montañés
dedica una página entera al nuevo poemario de Alberto Muñoz titulado
"Pastor a la intemperie", un libro que no tiene desperdicio alguno.
Fue presentado por Emilio Carrera y Francisco Taboada Balado el pasado 20 de diciembre.
En esa misma página, abajo, aparece un breve artículo mío. He aquí dicho
artículo.
PURA INTEMPERIE
“Pastor a la intemperie” es uno de esos
poemarios que me gusta releer una y otra vez. Es un soplo de frescura, un oasis
inesperado, un laboratorio verbal insólito en el panorama poético actual.
Funciona además a modo de antídoto contra el imperio de lo convencional, así
como contra la -tan difundida y premiada aún por el poder literario- poesía
coloquial-realista y sus múltiples mutaciones. Yo sé lo que me aproxima a la
poesía de Alberto Muñoz: es ante todo un acto de intervención radical en el
lenguaje que cuestiona permanentemente sus funciones de representación y
comunicación. En “Pastor a la intemperie” las palabras son sometidas a un
operativo poético implacable: rupturas, permutaciones y asociaciones
inesperadas; nada más abrir el libro descubrimos, a la izquierda, un poema ensamblado
con recortes de periódico. A la derecha, el mismo poema aparece mecanografiado
con ligeras modificaciones; versos que han cambiado de lugar, palabras que han
sido sustituidas por otras y nuevos signos de puntuación. Presenciamos no sólo
el resultado sino parte del proceso. Es una experiencia de lectura fascinante
pues como bien afirmó Francisco Taboada el pasado 20 de diciembre en su
soberbia presentación del libro: “al poder escoger entre varios momentos del
mismo poema, en un tiempo flexible, multiplicamos las posibilidades de acceder
al significado”. Son un total de 52 poemas llenos de humor, onirismo, extrañeza
y reflexión. La verdad que sorprende que hayan sido creados mediante la unión
azarosa de frases dispersas. Sin embargo, el producto final no juega a ser
enigmático sino que lanza un mensaje concreto, claro y luminoso, aunque lleno
de vértices y resquicios en los que brota siempre la magia del lenguaje y la
persuasión. Al lector, en cada relectura, no le quedará más remedio que ejercer
su libertad; cada poema parecerá reescribírsele ante sus ojos, en una grata
prestidigitación de la sintaxis. He aquí el juego libre, la ruptura de los
códigos de autoridad lingüística, el habla arrojada a las intemperies despiadadas
del irracionalismo y el inconsciente. El azar frente a lo sistemático. El
arrebato lírico frente al lenguaje considerado como residuo o mera servidumbre.
Vicente Gutiérrez Escudero
0 comentarios:
Publicar un comentario