jueves, 31 de enero de 2013

TACHAR LOS DÍAS


TACHAR los días,
borrar el maleficio,
la condena,
levantarse al sol
para la cuota de aire,
respirar como si fuera poco,
sentir el ahogo,
la prisa por decir,
oler la punta de la pluma,
la tinta fresca,
comenzar a tropezar
renglón a renglón,
caer de rodillas ante
la mañana,
suplicar del pensamiento
una migaja,
sostener la ilusión
hasta que caiga el sol
y confirmar que la jornada
ya se ha ido
sin mí.
Después todo es arrastrarse
por la noche diminuta
hasta el inevitable
regreso.

                             de Palabras dactilares, pag. 35

lunes, 28 de enero de 2013

CUANDO SALGO DESNUDO Y BUSCO


CUANDO salgo desnudo y busco
ropa para cubrirme
amanece un atuendo,
florecen las combinaciones,
las corbatas de goma de los domingos,
la colonia de litro
y las sinuosas creencias lactantes.

Alguna vez creí, a pies juntillas,
cuando creer significaba,
en el brillo deseoso,
la perfección rectilínea
de los barrotes de esta jaula
de conocimiento.

Pero es imposible
sujetarse a las cosas
sin ser arrastrado,
abocado,
arrojado al pozo
de la certidumbre.

                           de Palabras dactilares, pag.33

sábado, 26 de enero de 2013

UN AÑO DE BLOG


    Este pequeño escaparate de poemas y relatos cumple hoy su primer año. El balance es positivo, por supuesto, ya que la mera existencia del blog merece mucho la pena. Cada dos o tres días hay una entrada nueva, y van 140 hasta el momento. Últimamente, aparecen algunas reseñas literarias y espero animarme a seguir haciéndolas. Se imprivisa lo que se puede.
   Gracias a todos los lectores que me han visitado durante estos doce meses, y a los que leen mis libros, y a los que los compran, y a los que hablan de ellos... En fin. Seguimos adelante.

viernes, 25 de enero de 2013

Reseñas en LUKE Nº 145-Enero


Este mes de enero,en la revista Espacio Luke Nº 145, con nueva imagen, se publica una reseña propia sobre Los pasos inciertos, de Kepa Murua y una reseña de Pedro Tellería sobre La cosecha. La propia es salvaje y visceral. La de Pedro, tan amable y cercana como siempre. Gracias Pedro. Espero que os gusten.

lunes, 21 de enero de 2013

LOS BECARIOS


Los becarios


            Yo no tenía tarjeta de visita. Enrique apuntó mi teléfono detrás de una de las suyas y aseguró que me llamaría esa misma semana. Los que llaman no suelen decir que van a hacerlo, simplemente lo hacen, de modo que supuse que era una forma curtida de librarse de mí. Pero llamó el viernes. Sólo por el detalle acudí a la cita.
            Me recibió en su despacho de la universidad. Fue muy amable, muy cortés. El sondeo para averiguar mi situación económica resultaba tan amigable que decidí mentirle y, evocando mis primeros años de facultad, me hice el desheredado de la tierra: `Estoy en paro, Enrique, pero lucho por mi dignidad´. Pensé que iba a reírse, y en vez de eso me ofreció un contrato a prueba que ya tenía mi nombre escrito.
            Tuve algunos problemas para cambiar los turnos del bar con mi socio, pero le dije que era cosa de unos días. Y el primer día, a primera hora, la primera tarea consistió en estudiar una lista de candidatos. Eran chicos brillantes, de colegio público, con una renta familiar equivalente a la paga del domingo de los alumnos normales de aquella rancia institución. A los mejores se les concedía una beca que cobrarían si aprobaban el primer curso completo, algo que ellos se encargaban de evitar a toda costa. Como me sucedió a mí. Recordé a mi madre fregando escaleras, a mi hermano metiendo horas en la fábrica, a mi hermana peleando conmigo por aquella única naranja...
            Batí mi propio record. El trabajo me duró 18 minutos. A Enrique le dije que le había mentido, que estaba en rehabilitación alcohólica y no soportaba la estrechez de los despachos. Es un buenazo, me obligó a llevarme la tarjeta de una asociación de ayuda total sin ánimo de lucro.

                                                                          de Silencios que me conciernen

jueves, 17 de enero de 2013

A ESTAS ALTURAS


A ESTAS ALTURAS,
cuando ya no queda noche por delante,
se forma un coágulo de reclamaciones,
reproches, preguntas inconclusas,
errores de pensamiento, patanería retórica,
y ansias transcendentales.
¡A estas alturas!
                       
Como si no fuera suficiente con lo real,
el despliegue insensato de los sentidos,
el aire nicotina, la saliva orujo,
la mirada turbia, el odio feroz,
la mordida que reclama, siempre,
el derecho a la incertidumbre.
                       
Pero debo responder al reclamo,
abrirme en canal para el sacrificio,
rendir tributo y, sobre todo, formular,
de modo que no quede duda alguna
sobre esta voluntad que decide
si mañana amanece.
                       
Antes de cerrar los ojos veo
el vaso anegado, la cara dormida,
y busco hasta el último instante algo,
una palabra, una acepción, una certeza,
lo que sea, con tal de evitar caer
en este comprender que es
el equivalente a ser lo que se comprende.

                                                de Palabras dactilares, pag. 73


martes, 15 de enero de 2013

ME QUEDARÉ, REPLEGADO Y TIERNO


ME QUEDARÉ, replegado y tierno,
buscando una palabra locuaz,
tergiversada hacia la verdad,
la más necia que me pueda cargar
a la espalda, si todavía me queda espalda.

Hablar es acotarlo todo,
mejor esperar callado una palabra muda
que necesite para decirse un aspaviento,
o ciega, con sus dedos significantes
emborronando el orden de la tinta.

Pero el otoño se adueña de estas hojas
como una lenta plaga de tiempo.
Ahora me falta la boca,
decir con palabras sordas
todo el silencio.

                                   de Palabras dactilares, pag. 95




domingo, 13 de enero de 2013

INOCENCIAS


Inocencias


            La película se titulaba: El gran timo de rock and roll ¿Quién mató a Bambi? Contaba cómo se fabricaron los Sex Pistols, el grupo punky que se dio a conocer con el álbum `No nos toques los cojones´ y en cuyas filas vomitaba Sid Vicious, que murió con un candado al cuello que no tenía llave. En poco más de una hora, el creador del mito, Malcom MacLaren, explicaba por qué escogió para el cantante el nombre Juanito Putrefactor, cuándo había que escupir en una rueda de prensa o qué escenario era el adecuado para una pelea brutal y espontánea.
            Yo había entrado al cine con una chapa enorme de los Pistols, como si llevara un crucifijo, y la tiré al suelo. Me fui antes de los títulos de crédito con la sensación de que alguien se acababa de masturbar en mi cara. Al salir del cine no era de noche, fui a la sesión matinal, circulaban los autobuses y un olor a gambas de aperitivo alimentaba la calle. Por instinto me tapé la nariz y corrí, pero ya era tarde, había sucedido de nuevo.
             No me jode haber sido punky, antes fui rokero, medio hippy y hasta católico. Lo que me duele son los lugares y los olores vetados por mi descreimiento. La huida de los barrios que huelen a gambas, la claustrofobia que me inspira el incienso, la fascinación por los autobuses que se alejan mientras yo camino en la otra dirección.

                                                                                  de Silencios que me conciernen

miércoles, 9 de enero de 2013

UN LUGAR GENEROSO


Un lugar generoso


            Jugamos todo un verano en aquel laboratorio de Botica Vieja que estaban a punto de derribar. Era un lugar peligroso, había restos de productos químicos, azufre, botellas de ácido: el paraíso de un niño. Fuimos allí tan felices que nos accidentamos los ocho de la cuadrilla.
            Años más tarde, dos de nosotros montamos en ese mismo sitio un bar de marcha. Era un local básico, con las esquinas reforzadas de goma, paredes semiacolchadas y la insonorización más sorda que había conocido el inspector del ayuntamiento. En el Laboratorio la gente se juntaba a dar botes, a pegar gritos, y un día cualquiera podías encontrarte a un grupo de ejecutivos jugando al pañuelito o a unos majaras que pagaban una docena de rondas para poder escuchar durante dos horas seguidas la misma canción.
            Anteanoche me invitaron al vigésimo aniversario, y la mujer de Juan Pedro, que un día entró despistada por esa puerta, le acusó una vez más de haberla emborrachado, de obligarla a quererle, y de que sus hijos se engendraran aquí, sobre estas butacas psicodélicas, al calor de las neveras, con champán a precio de coste y frutos secos a granel.

                                                                    de Silencios que me conciernen



lunes, 7 de enero de 2013

NEGOCIOS


Negocios

            —Julio y su grupo se encargan de la máquina herramienta, ferreterías y almacenes, los pedidos grandes. Nosotros trabajamos el sector de la alimentación, ya sabes, el cliente doméstico, con familia, trabajo fijo, que no puede echarse a la calle en busca de material como a los dieciocho años. La conversación es muy sencilla. El cliente hace su petición: ¿Frutería Pérez?, o el nombre que se le ocurra, quiero dos kilos de naranjas... Entonces tú le cortas en seco y le dices que se ha equivocado de número, esperas unos segundos, y el cliente tiene que decir: lo siento, gracias. La cantidad es fija, si quiere el doble pedirá dos kilos, el triple tres kilos y así. Cada día llevarás el móvil de un color diferente. El de color rojo es el de la carne, el azul del pescado y el verde de las verduras. Lo normal es que los verdes te pidan naranjas, kiwis, y si están nerviosos chirimoyas; los rojos piden filetes o solomillo y los azules besugo. Pero eso da igual, es sólo una curiosidad, lo importante es que antes de colgar lo sientan y den las gracias. Lo siento, gracias, ésa es la clave. Y, si no la dicen bien, te mosqueas y haces un Huevo. Ya sabes: cascas el móvil contra un bordillo, te quedas con la placa de memoria y el resto lo tiras a la alcantarilla.

                                                                                de Silencios que me conciernen



miércoles, 2 de enero de 2013

ANTECEDENTES


Antecedentes
            Nos dirigíamos en tren al pueblo escogido. Al salir de la estación seguíamos al grupo de personas más numeroso, que nos conducía a la zona más habitada, obrera. En la tienda del barrio nos gastábamos todo el dinero que teníamos en bolsas de basura, y tocábamos el timbre en el portal más próximo, como un reto.
            Decíamos, porque era cierto, que nos pagábamos los estudios vendiendo por las casas. Las bolsas de basura costaban en la tienda cincuenta pesetas, las vendíamos por el doble. A veces las mujeres reconocían las bolsas y había que mentir, o decir la verdad, que era mucho más eficaz.
            Sólo teníamos una norma: no asustar. Las mujeres establecían la distancia con el ángulo de la puerta. El acuerdo estaba muy claro: un rato de charla con un muchacho a cambio de una propina. Juan Pedro hablaba lento, acariciando, seduciéndolas. Yo hablaba fuerte, con entusiasmo, como un hijo que llega tarde a casa y cuenta que le ha pasado Algo muy difícil de creer.
                                                                           de Silencios que me conciernen