A ESTAS ALTURAS,
cuando ya no queda noche por delante,
se forma un coágulo de reclamaciones,
reproches, preguntas inconclusas,
errores de pensamiento, patanería retórica,
y ansias transcendentales.
¡A estas alturas!
Como si no fuera suficiente con lo real,
el despliegue insensato de los sentidos,
el aire nicotina, la saliva orujo,
la mirada turbia, el odio feroz,
la mordida que reclama, siempre,
el derecho a la incertidumbre.
Pero debo responder al reclamo,
abrirme en canal para el sacrificio,
rendir tributo y, sobre todo, formular,
de modo que no quede duda alguna
sobre esta voluntad que decide
si mañana amanece.
Antes de cerrar los ojos veo
el vaso anegado, la cara dormida,
y busco hasta el último instante algo,
una palabra, una acepción, una certeza,
lo que sea, con tal de evitar caer
en este comprender que es
el equivalente a ser lo que se comprende.
de Palabras dactilares, pag. 73
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