En verano las cosas se complican por
culpa de las personas que no se cubren como es debido la cabeza y arrojan por
la ventanilla del coche bidones de plástico que terminan por buscarle la
inclinación al monte y se quedan encajados en el cauce de los torrentes y
esperan camuflados entre las ramas secas de los árboles viejos y cuando llegan
las tormentas de finales de agosto principios de septiembre taponan el colector
que desemboca en el Tejo. Eso sí que es un problema.
Cuando se tapona el colector del
Tejo el agua se enfurece como un gato acorralado y baja por la ladera arañando
la tierra con tanta fuerza que los pedruscos flotan encima de la corriente y entonces los vecinos de Cifuentes salimos
pitando hacia allí y los unos con sus azadas y los otros con las barras de
hierro peleamos contra la riada y quitamos las ramas y desencajamos los bidones
de plástico y no decimos nada porque el ruido es espantoso y además puede
cambiar el sentido de las palabras y bastante nos odiamos ya por culpa del maldito
colector. No le importamos a nadie, eso nos pudre y nos envenena.
Este verano está siendo tan
miserable como lo han sido todos los veranos desde que se inventaron las
estaciones y por la pinta de estropajo desgastado que tiene el monte los vecinos
llevamos casi dos semanas intentando no cruzarnos los unos con los otros y si
nos cruzamos no entablamos conversación alguna no vayan a surgir ahora pequeños
problemas que luego salen a relucir en el colector con el resultado de un
cristiano a punto de ser tragado por las aguas y todos los demás jugándonos la
vida para salvar la suya y ojo el que no se la juegue porque algo tendrá contra
alguien y nosotros no olvidamos y como se descuide el año que viene le tocará a
él probar el agujero que apaga todos los humos. En verano, los rayos del sol
derriten los sesos. Por eso hay que cubrirse la cabeza.
de La cosecha, pag. 27
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