miércoles, 13 de agosto de 2014

EL COLECTOR-La Cosecha

        

            En verano las cosas se complican por culpa de las personas que no se cubren como es debido la cabeza y arrojan por la ventanilla del coche bidones de plástico que terminan por buscarle la inclinación al monte y se quedan encajados en el cauce de los torrentes y esperan camuflados entre las ramas secas de los árboles viejos y cuando llegan las tormentas de finales de agosto principios de septiembre taponan el colector que desemboca en el Tejo. Eso sí que es un problema.

            Cuando se tapona el colector del Tejo el agua se enfurece como un gato acorralado y baja por la ladera arañando la tierra con tanta fuerza que los pedruscos flotan encima de la corriente  y entonces los vecinos de Cifuentes salimos pitando hacia allí y los unos con sus azadas y los otros con las barras de hierro peleamos contra la riada y quitamos las ramas y desencajamos los bidones de plástico y no decimos nada porque el ruido es espantoso y además puede cambiar el sentido de las palabras y bastante nos odiamos ya por culpa del maldito colector. No le importamos a nadie, eso nos pudre y nos envenena.

            Este verano está siendo tan miserable como lo han sido todos los veranos desde que se inventaron las estaciones y por la pinta de estropajo desgastado que tiene el monte los vecinos llevamos casi dos semanas intentando no cruzarnos los unos con los otros y si nos cruzamos no entablamos conversación alguna no vayan a surgir ahora pequeños problemas que luego salen a relucir en el colector con el resultado de un cristiano a punto de ser tragado por las aguas y todos los demás jugándonos la vida para salvar la suya y ojo el que no se la juegue porque algo tendrá contra alguien y nosotros no olvidamos y como se descuide el año que viene le tocará a él probar el agujero que apaga todos los humos. En verano, los rayos del sol derriten los sesos. Por eso hay que cubrirse la cabeza.
 
                                                                               de La cosecha, pag. 27

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