viernes, 30 de marzo de 2012

AZAHAR

Azahar



      Llegué a casa muy preocupada. En contra de lo habitual no le conté a mi madre las incidencias escolares, merendé en silencio y luego me fui a mi cuarto a jugar con las muñecas. Ella vino más tarde, cerca de la hora de cenar, con el sacacorchos afilado bajo una capa de voz melosa. Acabé confesando que al día siguiente le tocaba a mi clase el examen médico anual y que el médico era joven y que algunas niñas y yo le habíamos visto llegar al colegio desde la galería del patio y brillaba, mamá, en serio, como un ángel.
      Esa noche, a punto de dormirme, mi madre entró de puntillas en mi cuarto, abrió el cajón de las braguitas y dejó caer sobre ellas una gota de esencia de azahar.
      De cerca, el médico brillaba todavía más, lo mirabas y no podías pestañear. Yo estaba la segunda en la fila, cubriéndome el pecho con la camiseta, y cuando la anterior se retiró sentí cómo se me erizaba la piel de los muslos. Apreté fuerte las piernas, cerré los ojos, y al tocarme con el fonendoscopio el aroma de azahar ya subía por mi barriga y formaba un halo a mi alrededor. `Qué bien huele esta niña´, afirmó el molde de mis futuros desvelos. Luego me preguntó mi nombre y yo le dije que me llamaba igual que mi mamá.

                                                                                       de Mercedes Cancelo

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