viernes, 9 de marzo de 2012

TENER LA RAZÓN

TENER LA RAZÓN


      Salgo a la calle y en un arrebato pienso: ¡Dios, cuánta razón tengo! Lo repito, varias veces, a gritos en mi cabeza, y de inmediato recibo un calambrazo en la columna vertebral. Si ya es duro tener razón, tener tanta como yo tengo resulta físicamente insoportable. Me tiemblan las piernas, me mareo, echo mano de una farola e intento mantener la compostura. Las transeúntes me miran, y siento miedo. Si se enteran de que tengo un exceso de razón pueden agredirme, ya me ha pasado antes. La gente sobrevive teniendo la razón alguna vez, casi por casualidad, y es una razón personal, subjetiva, de escasa o nula aplicación al conjunto general del pensamiento. Por eso, cuando se encuentran con alguien como yo, que tengo toda la razón, y además todo el rato, se ponen muy agresivos. Hace años que me hago el mudo, no les doy ni la hora, y si la Razón con mayúsculas me ataca como está haciendo en estos momentos, regreso a casa corriendo. Y me pego una ducha. Y tomo tranquilizantes. Muchos. Y luego lloro copiosamente por el género humano. Qué lastima me da ver a esos seres dubitativos, equivocados, errados como bestias sin entendimiento. Pero no es culpa suya, si yo tengo toda la razón, ¿a ellos qué les queda?

1 comentario:

  1. Tener imaginación está muy mal visto , a mi me gustaría entender a la gente en vez de creerla pero se dejan seducir por el mal, muchos sin darse cuenta pero yo no les creo y por supuesto no quiero entenderlos , que más nos da.
    muy bueno y te lo digo como lector, no como amigo
    Saludos

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