jueves, 15 de marzo de 2012

LO MÁS NOBLE DEL OFICIO



LO MÁS NOBLE DEL OFICIO

          —Su abuelo de usted, señorita, ha dejado un vacío importante en esta profesión. No hay más que ver la multitud congregada hoy en el funeral. A un hombre como él se le pueden aplicar todas las frases hechas para elogiarlo, y todas serían ciertas. Él  representaba lo más noble del oficio. Cuando hacer cine todavía era un oficio. Cuando alrededor de un proyecto nos reuníamos un puñado de temerarios que por tener no teníamos ni presupuesto. La mayoría de las veces rodábamos sin permiso, a salto de mata, con el guionista a pie de obra porque había que cambiar la historia al vaivén de las circunstancias.  Ya conocerá la famosa anécdota de aquel beso que nos prohibieron rodar en la plaza de Hermosillas, y el beso negado que rodamos a continuación, y cómo de pronto una película de amor se convirtió en una película de siniestro desamor por la que nos dieron un premio importante. Costó recogerlo porque nos entraba la risa. Rodar entonces era como vivir, no sabías en qué iba a acabar la cosa... Pero había momentos gloriosos. Como la vez en que le destrozamos el sembrado a un paisano, en ... no me acuerdo, siempre que cuento esta anécdota digo en... No me acuerdo, en fin... Total que habíamos entrado marcha atrás en el sembrado, con dos camiones, una furgoneta y una veintena de miembros del equipo. En aquel pueblo no nos querían bien porque ya les habíamos ocasionado muchos problemas, y nos pusimos a discutir de mala manera con el aldeano. Mientras alzábamos las voces, su abuelo de usted, que tendría entonces poco más de veinte años, le sacó con disimulo una foto al perro del paisano.  Se metió en el cuarto oscuro de la furgoneta, reveló la foto del perro, le cambió el fondo con otra foto, y rayó el segundo negativo para que el can pareciera más blanco y la foto más vieja.  Tardó un rato, pero el aldeano era duro de sobornar. Cuando reapareció su abuelo de usted, que también era buen actor, hizo como si nadie estuviera allí, y se puso a hacerle carantoñas al perro. Se comportaba como si fuera un crío, daba saltos, iniciaba una carrera, algo que no encajaba en mitad de una discusión,  y cuando nos dimos cuenta ya había abierto su cartera y le estaba enseñando al paisano Su perro: ¡No es increíble, tenemos dos perros iguales!  Nos engañó a todos. Dejamos de gritar, nos pasamos la foto y, sin necesidad de pagarle, el paisano cambió de actitud y aceptó rodar varias escenas con el perro. Y en aquella película hubo a partir de entonces un perro, el Bosco, y tuvo importancia en la trama, mucha importancia. Un crítico me preguntó si era un perro simbólico, menudo memo… Lo cierto es que esa noche el paisano mató seis pollos y todo el equipo cenó en su casa. Y bebimos vino color sangre. Y, antes de terminar, escuche bien, señorita, su abuelo nos contó a todos, y sobre todo al paisano, lo de la foto manipulada, y le explicó cómo lo había hecho y hasta le llevó a su laboratorio. Lo hizo sin ofenderle, orgulloso de su ciencia, con aquella pasión que tenía. Al día siguiente les hizo a él y a su familia una foto de grupo, de grupo con perro, una foto singular que algún descendiente todavía tendrá en su pared. Su abuelo conseguía que todo fuera excepcional… Te enfocaba con la cámara y te sentías importante. Te hacía importante. Su abuelo de usted no era cualquiera, señorita, era lo más noble del oficio. 

 





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