Mermelada de ciruela
Me despierto en el alféizar de mi ventana. Tengo las manos cubiertas de rocío. Anoche comenzó de improviso la muda de piel, la más dolorosa que recuerdo: cada paso era un desmayo. Llamé a Cristina pero estaba fuera de cobertura, y mi madre no entiende de estas cosas, o no habla de ellas. Me tengo yo sola.
Voy a pasar la mañana entera quitándome tiras de piel vieja. Luego me frotaré sobre la carne viva aceite de caléndula y le pediré al aire que apenas me roce. Mañana, quizás pueda salir a la calle y brillar durante un par de semanas.
He de aprovechar ese tiempo, pero sin agobios, sin dejar que la ansiedad decida por mí. No quiero volver a equivocarme por confiar en las miradas. Esta vez voy a tocar, voy a lamer, voy a pedir caricias de viento. Esta vez quiero alguien de pura seda y, si puede ser, con sabor a mermelada de ciruela.
de Mercedes Cancelo
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