CONTRADICCIONES
de Kepa Murua
Texto
leído en la presentación del Museo de Bellas Artes de Álava (Vitoria-Gasteiz) el 19 de Junio de 2014
(Ante todo
debo agradecer a Kepa Murua que me haya incluido en la nota final de este
libro, ya que uno de los ensayos se basa en la presentación que él hizo en Bilbao de mi libro de poemas Palabras
dactilares. Un honor.)
En 1734 el poeta inglés Alexander Pope
escribió su “Ensayo sobre el hombre” y de él dijo Thomas De Quincey que era un texto
tan personal y sesgado que no contenía la verdad sino: “Un modo de verdad,
no la verdad coherente y central, sino una verdad oblicua y astillada”,
cita que hizo famosa Borges para recordarnos, una vez más, que la existencia de
una mirada particular, en concreto una mirada poética, abre caminos nuevos incluso
para la Verdad, ese ideal humano en peligro de extinción. En su libro Contradicciones,
Kepa Murua nos presenta 113 ensayos breves que, como él dice: “Son
ensayos a tumba abierta…Ensayos con una corriente filosófica que sostiene una
voz lírica de fondo…Soy un poeta anómalo porque escribo y hablo, como si lo
hiciera en voz alta, del oficio de la escritura. Quiero conocer el mundo e
intento explicarme por qué escribo.” Continúa por tanto su trayectoria
literaria, que en los últimos años nos ha ofrecido novela, memorias y poesía.
Una obra exigente caracterizada por una ineludible vocación de transparencia.
Con la mente al descubierto. Permitiéndonos acceder a su interior con cada uno
de sus libros.
Contradicciones es, en este
sentido, un nuevo desvelamiento. Capa a capa, texto a texto, vamos llegando al
centro del autor, que es el Dudar. Dudas y más dudas enfrentadas a deseos de
certeza. Se puede escuchar el crujido del pensamiento en cada ensayo. Hay un
mapa cerebral, mental, desplegándose ante nosotros. Es personal. Íntimo. Lo que
dice, le atañe. Se nota la pasión por la búsqueda, la tensión gramatical, la
sintaxis torturada por un deseo de verdad que en muchos casos no es otro que el
simple desenvolvimiento. El disfrute de la palabra en movimiento. Decir para
respirar. El pensamiento como un acto. Cada ensayo como un hecho físico de la
vida del escritor. Un libro poblado por una vasta cultura, bien actualizada en
música, política, arte, y humanismo en general; todo expuesto con los necesarios
toques autocríticos y con algunos relatos de irónico buen humor. Contiene una
verdad, la de Kepa Murua, un humano, escrita en estos tiempos, y, al reflejarse
él, refleja lo que somos. No es autocomplaciente, ni cínico, ni lagrimero, algo
de agradecer dadas las circunstancias.
Dicen que si llegas a una cierta
edad y no tienes cara de amargado es porque eres un irresponsable, por ello es lógico
que los textos de Contradicciones dejen un regusto amargo. Como si las miserias
actuales contaminaran incluso los procedimientos de la mente. Como si la única
imagen de la vida fuera un espejo destrozado, herido, y pegado con trozos de
esparadrapo. La primera conclusión que se saca después de leerlo es de Alejamiento.
De
imposibilidad de comunicación. De impotencia. De buena fe, obligatoria, pero
improcedente. De que la cultura y la realidad se están divorciando a una
velocidad tan insólita que vamos a terminar todos apaleados. De un escritor, Kepa
Murua, que ve la demolición de las ideas y con ella de las palabras que las
componen. (Ideas oxidadas, viejas y abandonadas, que una vez derraparon de la
carretera general y han quedado en la cuneta, a la intemperie en mitad de
ninguna parte, como bien refleja la foto de la portada de DAVID F. BRANDON). No
es el Kepa furibundo de sus memorias de editor, ni el poeta irreductible que se
empeña en reflejar la luz de cada instante, sino un pensador que empieza a
sentirse viejo y cansado de predicarle al desierto. Hay momentos en Contradicciones
en que el pensamiento está tan desolado que renuncia al grito, luego a la voz y
por fin incluso al eco. No hay nadie por ninguna parte. Sólo escucha el tiempo.
Sin interlocutor, o esperando a que aparezca uno. Y mientras tanto las palabras
se suceden. No cesan. Con un ritmo de lectura rápido. Sin tregua. Que el
pensamiento no se detenga. Como Fassbinder cuando decía: ya descansaré
cuando esté muerto. Una búsqueda, en fin, con la palabra como único
testigo. Pura poesía. El eje, precisamente, de la Contradicción. Porque para
girar sobre uno mismo hay que aceptar un punto de pérdida, de desconcierto, en
blanco, donde sólo importa no perder el equilibrio. La palabra te sostiene.
Por lo tanto, es inevitable que el método utilizado
por Kepa Murua para este libro sea la contradicción. De no serlo caería en la
trampa del escritor concluyente, tan necesitado de solidez, que convierte su
literatura en una mentira muy bien organizada. El autor lo sabe, y al hablarnos
de la idea de la que surge Contradicciones, declara sus intenciones, y dice: En
realidad, la idea del libro es muy sencilla: nos levantamos con una idea –o con
una sensación– y nos acostamos con otra bien diferente; y no por eso nos
mentimos ni somos otro ni somos falsos ni somos distintos. Y al decir
esto, al manifestar su temor y hacerlo nuestro, engarza con el pensamiento más
contemporáneo en su búsqueda de nuevos métodos para los nuevos tiempos, con un
sujeto implicado racional, emocional y
éticamente con sus conocimientos, dispuesto a modificarse a sí mismo durante su
tarea investigativa, renunciando a las certidumbres, y logrando al hacerlo una
Modificación en la percepción. Modificación que permite ver en cada realidad todas
sus realidades, toda su potencialidad, algo que amplía el abanico de
posibilidades del significado, único modo de atrapar aunque sea por
aproximación una realidad múltiple y compleja como la presente. A este nivel,
la contradicción deja de ser un mal a evitar para convertirse en una simple
herramienta. Simple en el sentido de elemental. Basarab Nicolescu, físico cuántico, defensor a
ultranza de la transdisciplinaridad, en un encuentro de impacto con el poeta
Roberto Juarroz, ideó lo que luego serían sus Teoremas poéticos, donde expone
la necesidad de coexistencia de los opuestos: El loco acepta las
contradicciones sin comprenderlas, mientras que el sabio acepta a los
contradictorios teniendo a la vez la visión encarnada de su unidad. Se
comprende así por qué la visión contradictoria es percibida con frecuencia como
un pensamiento desestabilizador. Sin embargo: ¿Hay barbarie peor que la
no-contradicción?
Llegados a este punto, es pertinente preguntarse si este
indeterminismo del pensamiento no conduce a una cómoda pérdida de substancia,
si rebaja su valor por acumulación de imprecisiones y deseo de no concluir.
Kepa Murua nos demuestra en Contradicciones que ese escollo se salva con rigor
analítico, no bajando el listón sino subiéndolo, no haciéndole al lector
ninguna concesión que no se haría a sí mismo, con dolor si no hay otro remedio,
en defensa de una Verdad no monolítica, de museo del pensamiento, sino una
Verdad activa, una Verdad con la consistencia del horizonte, que se aleja
cuando avanzamos hacia él. Esta actitud le acerca más a un renacimiento de las
ideas que a un declive de éstas. Un conjunto de reflexiones que demuestran de
un modo práctico y directo, ya que tenemos la sensación de estar escuchando al
autor en nuestra cabeza, que el lenguaje bien utilizado es todavía una garantía
que permite una relación fiable con la realidad. Que las únicas batallas que
merecen ser libradas se dan en el campo del pensamiento. Que nuestros deseos de
certezas son mayores que las posibilidades de vivir en ellas y, en
consecuencia, toda palabra que no fluya en libertad se estanca y se corrompe, y
lo que es peor: no dice nada. Lógica
difusa y amor a la palabra, lo propio de un poeta, de un pensador
contemporáneo.
Y termino este breve comentario regresando al principio,
a Alexander Pope, su Ensayo sobre el hombre, y a unos versos escogidos de su
Epístola Segunda, que a mi entender resumen el espíritu de Contradicciones:
El hombre, eso es lo que
debe estudiar la humanidad.
Situado en ese istmo de
un estado medio,
Un ser oscuramente sabio
y rudamente grande:
Demasiado sabio para el
juicio del escéptico,
Excesivamente débil para
el orgullo del estoico,
Se halla en medio, duda
entre la acción y el reposo;
Duda si tomarse a sí
mismo por un dios o por un animal;
Duda si dar preferencia
a su mente o a su cuerpo;
Nacido nada más que para
morir, razona nada más que para errar;
Tanto si piensa por
exceso como por defecto;
Caos de pensamiento y
pasión, todo es confuso;
Engañado por él mismo, o
desengañado,
Creado mitad para
ascender, mitad para caer;
Gran señor de todas las
cosas, pero víctima de todas;
Juez único de la verdad,
perdido en el error interminable;
Gloria, hazmerreir, y
enigma de este mundo
Gracias por escucharme.
Francisco Taboada
publicado en Espacio Luke