Es
muy difícil resumir el aliento. El aire que entra en mi cabeza desde que tengo
pensamiento. Ese torrente de ideas que ha dejado a su paso la huella de un
cauce. El sueño de un río. Un paisaje interior que para ser visto, entrevisto,
vislumbrado, aunque sólo sea intuido como una presencia, necesita palabras. Y
el modo que tienen las palabras de ordenarse para ser eficaces, dado que el
interior es algo sólo expresado, sin ubicación exacta, dependiente de la razón
pero no su esclavo, es la poesía. La poesía ilumina el pensamiento, lo
despierta, lo excita, siembra en él preguntas, dudas, y hace crecer nuevo
pensamiento. Sólo el amor tiene un poder equivalente. Sólo ambos comparten el
misterio, desafían el tiempo, logran detenerlo. Pero el precio a pagar es la fragilidad.
Por eso Frontera de carne es como un junco de cristal al viento. Sus
poemas son las esquirlas del esfuerzo. Y las fotos de Paula Arranz, gracias, amor,
un esclarecimiento.
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