En Kingston, Jamaica, un cuervo rastafari había pillado un sándwich de queso y estaba subido en lo alto de una planta de marihuana a punto de comérselo. Pasó por allí un zorro estadounidense, que había ido a Kingston, Jamaica, a pillar semillas auténticas, y debido a la gran fumada de recibimiento que le dieron los colegas en la plantación estaba el pobre que alucinaba de hambre. Ante la visión del apetitoso sándwich, le dijo al cuervo:
—Joé, tío, qué suerte tienes, un sándwich como ése no se lo preparan en su palacio del cielo ni al mismísimo Hailé Selassié. ¡Qué pedazo bocata! Eres un artista, qué sensibilidad, qué dominio de la loncha, y de los detalles decorativos. Qué gusto. Cómo se nota que tú, todo tú, eres en ti mismo una buena vibración. Si el profeta Bob Marley pudiera verte ahora diría: este chico está iluminado, este chico es muy querido para mí, el Señor te ama. ¡Aleluya!
El cuervo rastafari, sorprendido y descolocado en mitad del mordisco, y por no hacer un feo, respondió: ¡Aleluya!, y el sándwich se deslizó desde su pico y cayó en dirección al zorro yanqui.
Pero, cuando pasaba a la altura de su pata, el cuervo lo cogió al vuelo.
—¿De dónde has dicho que eres?
—De los Ángeles, California.
—Ya. ¿Y en los Ángeles, California, no os enseñan a elaborar mejor un discurso? Qué desastre, parece mentira que seas un zorro. Acabas de mezclar a la brava una misa evangelista de Nueva Orleáns con el buenazo de Bob Marley... Y lo de las god vibration… caramba, eso está más pasado que la cosecha del dos mil. Además: ¿a ti te parece ético vacilarle a un pobre cuervo el almuerzo de ese modo tan miserable? Piensa un poco, anda, piénsalo.
El cuervo rastafari le dio un mordisco enorme al sándwich, y miró hacia el horizonte, hacia Kingston, Jamaica. De su pico caían migas como espejismos. El zorro californiano se puso a dar vueltas, frenético:
—Tampoco te pongas así. No es fácil ser un zorro, ¿sabes? Todo el mundo te discrimina, siempre esperan lo peor, nadie confía en ti... La verdad, que conste que yo te he entrado bien, con referencias culturales, étnicas, porque nada más verte ya he notado que tú tenías estudios. Salta a la vista, llevas las plumas colocadas con mucha ilustración.
—No te cansas nunca, ¿verdad?
—¡Es que tengo hambre! Y tú tampoco ayudas mucho. Se suponía que en algún momento ibas a soltar el sándwich, y a cambio recibirías una lección inolvidable. Vamos, que eres tú el que se está enrollando fatal. Te estás perdiendo una oportunidad de aprender algo, algo importante, trascendental.
—¡Qué paliza de tío! Acabemos de una vez Si quieres un trozo de sándwich, pídemelo por favor.
—Please, please, please —dijo el zorro, en ingles en el original, con el rabo entre las piernas.
Entonces el cuervo rastafari dejó caer la mitad de sándwich que le quedaba. El zorro pegó un salto prodigioso y lo engulló de un solo bocado. Luego le guiñó un ojo al cuervo, y echó a correr, partiéndose de risa, hacia Kingston, Jamaica.
publicado en Revista Cantárida
Siempre lo mismo, el hombre mezcla la necesidad con la elocuencia. Por conservar nuestra imagen no somos capaces de decir que realmente necesitamos al otro. Ah, claro, tambien les pasa a los animales. Enhorabuena por el relato.
ResponderEliminarScaramouche
Gracias, Escritor Enmascarado.
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