Huir hacia dentro
El siglo XX
comenzó con una psicosis colectiva que provocó dos guerras mundiales, continuó
con la Guerra Fría y sus paranoicas bombas nucleares, y concluyó con la
apertura de la caja de Pandora, internet, que escindió la realidad en virtual y
tangible hasta llevarnos a todos a la esquizofrenia. Ahora estamos locos y
encima no sabemos dónde.
La enfermedad
mental que hemos desarrollado en los últimos años ha sido ocasionada por no ser
capaces de evolucionar al ritmo que nos exige la ciencia, esa dictadura gélida
que con el pretexto de que el progreso es incuestionable no nos dirige sino que
nos arrastra de mala manera. Como otras veces en la historia en que se ha
producido un cambio trascendental, estamos tan desbordados que avanzamos dando
trompicones y el periodo de adaptación se convierte en algo cruel y
deshumanizante. Su gravedad no la percibimos por el deslumbramiento.
Internet es algo
espectacular, contundente, definitivo. Lo ha cambiado todo para demostrar su vigencia
y su poder. Pero muchas revolucionen involucionan nada más comenzar porque
prometen lo que no deben, como la libertad, algo que solo se les vende a los
niños para que no se arrojen por la ventana. Un adulto oye “libertad” y busca
al demagogo. Si se ha permitido que Internet exista no es porque mejore
nuestras vidas sino porque las remodela para adaptarlas a las nuevas
necesidades económicas. Se olvida con frecuencia que todo esto sucede en una
época capitalista universalmente aceptada,
hasta el comunismo es capitalista, luego nada existe fuera del mercado.
Internet no nos
hace libres, sino esclavos que contabilizan los eslabones de la cadena en
tiempo real, clientes desnudos en un mercado sin tregua. Somos la mercancía
perfecta: nosotros generamos el contenido, nosotros lo desarrollamos, nosotros
lo consumimos, y también lo criticamos y modificamos. Como elemento de control
es impecable, igual que una cárcel sin horizonte con presos voluntarios.
Hay que acudir a
“Capitalismo y esquizofrenia” de Deleuze y Guattari para comprender que esta
trampa se estaba cerrando desde hace mucho tiempo: “Cuando decimos que la
esquizofrenia es nuestra enfermedad, la enfermedad de nuestra época, no
queremos decir solamente que la vida moderna nos vuelve locos. No se trata de
modo de vida, sino de proceso de producción.” Es evidente que nada ha cambiado,
solo hemos pasado de ser piezas de un engranaje industrial a simples datos en
manos de un algoritmo. La cosificación humana avanza satisfactoriamente.
Por si no teníamos
ya suficientes problemas, ahora hay dos realidades conviviendo en el mismo
espacio, compartiéndolo, compitiendo entre ellas como solo la esquizofrenia
sabe hacerlo. Internet no es solo un medio de comunicación sino una realidad
paralela que dota de presencia a cualquiera que le proporcione datos para
fijar un perfil, una identidad. Y se puede vivir en su interior. Y ganar unas
elecciones en su interior. Y destruir a tus enemigos. Y salir solo para cazar
pokemon, constatando la existencia de una frontera real aunque indefinida.
Lo cierto es que
gracias a internet los problemas se han multiplicado, y por ejemplo un machista
que sería frenado en la realidad puede ser apoyado en la red por otros de su
especie y obtendrá respaldo y compañía hasta crear una corriente descerebrada
que reivindique su condición como legítima, y oponerse a ella como
antidemocrático. Así la estupidez se extiende igual que un virus en el mundo
virtual y luego tiene fuerza suficiente para imponerse a la realidad, como si
la vida sensible fuera un lugar del que estamos desertando, un lugar escaso y
de segunda categoría.
Este
despojamiento de la realidad como referente es el que da origen al conflicto.
Cuando comprendes que si eres un ignorante y un capullo en la red se te va a
notar más y lo va a saber más gente. Cuando tus fotos tan personales y
exclusivas las mejora con creces un chaval de diez años de un país remoto cuyo
nombre no te suena. Cuando la ficción
que te iba a mejorar la vida se vuelve contras ti y te delata, te pone en
evidencia y te envía al silencio, el sitio del que procedías como simple
espectador. Nadie.
El trauma que se
crea al ser anulado por la multitud de la red es semejante al que sufre un niño
que aspira a ser adulto y al comprender en qué consiste le faltan lágrimas para
retroceder. La RAE nos recuerda que la esquizofrenia se llamó antiguamente
demencia precoz y se asociaba a la pubertad. Nos encontramos por tanto en ese
extraño y peligroso lugar donde se decide el futuro. Podemos optar como
adolescentes desengañados y hasta resentidos por negar los hechos y entregarnos
al kalimotxo o aceptar que ahora tenemos dos campos de derrota pero también el
doble de posibilidades de obtener una victoria.
En cualquier
caso, huir hacia dentro no es la solución. A nivel colectivo debemos adoptan
estrategias de consumo defensivas y a nivel personal salvaguardar la intimidad
como algo propio no comercializable. De lo contrario, a la escisión de la
realidad le seguirá el autismo y a éste la pérdida de ubicación en el mundo, la
ausencia definitiva. Una sociedad catatónica, dócil y obediente, enchufada a la
máquina. Y la máquina no es dónde. No puede serlo.
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