jueves, 20 de octubre de 2016

PENSAMIENTO PETRÓLEO en ELDIARIO.ES Cantabria

                  Detalle de "Casi feliz", escultura de Pedro Mora./Paula Arranz


Pensamiento petróleo 

           
Ellos hablan de filosofía mientras nosotros intentamos nombrar los tipos de lechuga que lleva la ensalada. Ellos son diez, nosotros una pareja. Me temo que no esperaban tener presencia ajena en un restaurante de carretera un miércoles lluvioso. Hemos llegado al borde de las once de la noche, el dueño nos ha admitido a regañadientes, ha señalado al grupo para que nos hagamos cargo de la situación. El cocinero nos ha tomado nota, se ocupa de servirnos y luego desaparece en la cocina. El dueño del local forma parte de la tertulia, y cuando yo identifico la lechuga rizada de hoja de roble, dice: El pensamiento es el nuevo petróleo. Suena muy meditado, pero no lo es. Mi compañera sonríe y se ajusta las gafas. No hace ni dos días que hemos hablado de eso mismo, era el titular de una noticia del periódico, aunque nosotros nos lo tomamos con ironía y aquí se ha dicho con seriedad, incluso algo de empaque. Tienes toda la razón, es verdad, es cierto,  le secundan al dueño dos mujeres y un hombre.
No es una tertulia, se trata más bien de una reunión. Una hora más tarde ataremos cabos hasta concluir que son la junta directiva de un colegio y que están decidiendo cuál será su postura sobre la asignatura de filosofía.  Es algo informal, lejos de las aulas, parece un simple intercambio de opiniones, pero no saldrán de allí sin un consenso. Hay que tomar una decisión ya, las cosas van a empeorar, no van a mejorar, dice un hombre. El volumen, el tono de voz, y cómo se dirigen unos a otros con respeto, nos da a entender que son de algún centro privado y exclusivo de la zona. De entrada, sólo sabemos que para ellos el pensamiento es un tema importante: se les nota preocupados, los silencios son frecuentes y espesos. Alguien menciona con timidez el ideario del colegio, aquello en lo que creían, la esencia, lo que les impulsó a hipotecar su futuro para garantizar una educación de calidad para sus hijos. Otro le rebate con la realidad, con el cambio implacable de los tiempos, la involución de la sociedad, el aumento de la idiotez, el peligro que conlleva para sus hijos ser tan humanistas en un mundo tan deshumanizado. Están desprotegidos ante la Horda, dice, aunque luego dice que no lo ha querido decir.
La salida de tono provoca una protesta generalizada en el grupo. Hay cuchicheos, negativas, pero el cocinero aparece con el postre y sólo queda en el aire que el elitismo es para los elitistas. Está claro que van a despedir a alguien. Yo me estoy mosqueando mucho porque soy de Filosofía y Letras, rama Pedagogía, y los compañeros de Filosofía Pura siempre me han merecido muchísimo respeto. Pensar es duro, hacerlo con rigor científico más, pero intentar inculcarles esa costumbre a unos chavales que no distinguen entre reflexionar y tener dolor de cabeza es heroico. Por eso los filósofos están un poco pirados, por predicar en el desierto, pero son los únicos en una especie pensante que parecen darle importancia al pensamiento. Aunque solo sea por vergüenza, deberíamos prestarles más atención. Reducir su presencia en la educación es contradictorio, absurdo, además de peligroso. Sólo un fabricante de criados obedientes promueve una idea tan necia. Cerrarle la puerta a la filosofía es amordazar el pensamiento crítico. Con la LOMCE hemos topado, dice mi compañera.
A continuación, distraídos con el enorme postre de la casa, los miembros de la reunión cometen la torpeza de crear dos bandos, impidiendo así un diálogo constructivo. Los que defienden para sus hijos un escudo eficaz frente a la chusma, se ponen en contra de los filósofos, para denigrarlos como se hacía con los negros y reforzar su negativa con claro desprecio. Eso sí, desprecio ilustrado, con estereotipos presentados a modo de pruebas concluyentes testadas en laboratorio. Algunos se muestran resentidos por haber apostado antes por ellos. Relegamos la ciencia en favor del pensamiento, dice una mujer, y nueve años después de inaugurar el colegio no he oído decir una palabra favorable sobre la filosofía. Solo hay quejas: los filósofos son herméticos, oscuros, enrevesados, se lo tienen muy creído, y su complejidad deprime a los estudiantes, no es un acicate para pensar, más bien lo contrario.  Le falta decir que no se ocupan de los problemas reales de la gente, o que son extraterrestres. Lo peor es su falta de pragmatismo, dice el dueño del restaurante, pero de coña, él pertenece al otro bando. Y de paso les recuerda que la decisión que tomen ahora no se pondría en práctica hasta el curso siguiente, aún hay tiempo, las cosas pueden cambiar, en Cantabria no se aplica la ley con tanta severidad como en otros territorios… Eso no importa, Juan, le corta una señora que ha permanecido callada hasta el momento. Tiene autoridad, nadie replica. Se crea de golpe un silencio agnóstico muy prometedor.
Mi compañera y yo llegamos al postre cuando algunos miembros del grupo no han terminado aún el suyo.  La señora tan callada los ha dejado secos. Durante varios minutos sólo hablan de lo deliciosa que está la comida. Quizá su libertad de acción no era tan amplia como pensaban. Puede que la señora sea la máxima accionista del colegio, la que promovió su construcción, la que inclina la balanza. Ahora mismo un hombre está diciendo, en tono conciliador, que él no ve tanta distancia entre ética, religión y filosofía, de hecho esta última fue en tiempos una rama de la teología. ¿Sería insensato pedirles a los tres filósofos del colegio que contemplen su asignatura como una mezcla de todas esas materias, que no desdeñen lo espiritual, y que no olviden que la Religión Comparada es una materia imprescindible en estos tiempos? La señora es terminante: Nada de religión, hasta ahí podíamos llegar. No se puede jugar a dos barajas, eso es mezquino. Si nosotros claudicamos otros muchos colegios lo harán. Somos líderes en el sector, y provocaríamos que aquí se aplique la LOMCE en vez de ser de los que evitan que se haga. Si las universidades importantes de todo el mundo están regresando al pensamiento, tenemos la obligación de resistir.
La autoridad de la señora se mantiene lo que tardan en reconectar sus neuronas los opositores. Huele a golpe de estado, golpe de timón, a bofetada sonora. Un hombre tiene la desfachatez de mencionar a la primer ministro británica, Theresa May, que aboga por recuperar las escuelas públicas de élite, esquilmando así los escasos fondos en favor de los ya privilegiados por su inteligencia y dejando atrás a los que realmente lo necesitan. ¿Desde cuándo somos conservadores?, pregunta con perplejidad un hombre.  Y sigue: Entonces, ¿nos declaramos colegio de élite, admitimos algunos chavales de la pública, los números uno, y que nos pague el polideportivo la Administración? En el aire suena un Ajá, como si a alguien le pareciera una gran idea. Desde luego, dice la señora, deberíamos eliminar por completo la filosofía. Es lo que merecemos.
Justo en ese momento, cometo el error de girar la cabeza y mirar al grupo. Busco los ojos de la señora, sonrío, pero ella frunce el ceño. Todos nos miran, al unísono, con malas caras. Mi compañera se pone colorada y pide la cuenta. Cinco minutos después, estamos en el aparcamiento y comenzamos a discutir. Debo de ser un poco tonto, porque le digo que es alentador saber que todavía quedan progresistas irreductibles y ella me dice que no me entero de nada. Que entre todos esos no hay ningún progresista. Que son los de siempre adaptándose como cucarachas a una explosión nuclear. Que de la expresión: el pensamiento es el nuevo petróleo, lo único que les interesa es el petróleo. Que no son de fiar, sus alumnos terminan siendo gente muy eficaz, educadamente implacables, fascistillas despeinados y sin corbata. Ella sabe de lo que habla, la adiestraron en uno de esos colegios tan exclusivos y aparentes, donde los cimientos son la tradición más rancia y lo demás es decoración, disimulo para capear el temporal. Lo único que perfeccionas en un lugar así es el cinismo, dice cabreada, como esta gente miserable encuentre petróleo en nuestras cabezas llevaremos torretas de sombrero…
  Le pido disculpas. Siento no haber mirado la realidad con los ojos adecuados. La señora me caía bien, pero supongo que se adaptará al grupo, hará lo que diga la mayoría. Reconozco que últimamente, ante el desastre en el que vivimos, tiendo al optimismo y confundo las cosas por mi deseo de que todo mejore. Mi compañera acepta mis disculpas. Para reconciliarnos, le digo que he comprado un hacha nueva esta mañana, que la llevo en el maletero, como en Nadie conoce a nadie, de Juan Bonilla. Le propongo terminar la velada cortando un árbol de los alrededores, por hacer daño, nada más. Ella suelta una carcajada. Afortunadamente, entiende mi sentido del humor. Mi filosofía.
                                                                                                                 

1 comentario:

  1. Muy bueno el articulo de Valdecilla, querían matar a la gallina, pero el huevo es antes que la gallina( más si hablamos de divas)
    El hombre tatuado que limpia con tanto orgullo: puede que sea un ex convicto que se ha rehabilitado, un pájaro crepuscular,supongo .
    volar y volar, volar y volar

    ResponderEliminar