Los héroes LGTB
¿Qué sucedería
si en el último capítulo de la 7ª temporada de Juego de Tronos descubrimos que
Jon Nieve tiene un novio macizo en Desembarco del Rey? Que se perderían de
golpe 10 millones de espectadores. ¿Y si Daenerys de la Tormenta, traumatizada
porque la violó salvajemente un criador de caballos, estéril para lo humano
pero capaz de fertilizar huevos de dragón, le pide a una hechicera que le
desarrolle genitales masculinos con la dureza del acero valyrio y decide
perpetrar contra el sexo fuerte una oscura y penetrante venganza? Pues que se
perderían 20 millones de espectadores y HBO tendría que clausurar la serie. Por
eso, en el penúltimo capítulo, cuando los toscos guerreros bromean diciendo que
si no hay mujeres ya se apañarán entre ellos, ‘El Perro’ tranquiliza al burdo
salvaje pelirrojo afirmando que está enamorado de una señora y que tendrá con
ella los hijos que haga falta. Porque una cosa es que en la serie haya
violaciones, incesto y empoderamiento femenino y otra salirse de la norma
heterosexual mayoritaria, salvo en papeles secundarios, para cumplir y nada
más. Los grandes protagonistas están excluidos de esa posibilidad.
La sociedad
todavía no está madura para tener héroes LGTB con la suficiente entidad para
servir de referente. Para que los niños y las niñas puedan decir en el cole,
según sus inclinaciones: “Me gustaría ser como Z-Woman, que tiene una novia muy
guapa en Alfa Centauro o como F-Man, que le tira los tejos a Lobezno”. Quizá
porque el colectivo LGTB es estadísticamente minoritario, aunque no sabemos si
lo sería tanto en un mundo donde no se pongan trabas para que cada cual
desarrolle la tendencia sexual que más le apetezca. O todas, o ninguna, que
también los asexuales están reivindicando sus derechos (digamos LGBT+). Héroes,
en fin, cuyo comportamiento carnal sea admitido, aceptado, reconocido, para ser
modelos dignos de poseer seguidores propios no estigmatizados.
Algo de esto
había en la serie de Netflix Sense8. Serie malograda que según las últimas
noticias no seguirá adelante y sólo se le concede un único episodio doble, en
2018, para no dejar colgados a los espectadores y cerrar las diferentes tramas
apresuradamente. No es nada excepcional, muchas series se cancelan por su falta
de rentabilidad, pero lo grave del asunto es que Sense8 estaba a cargo de las
hermanas Wachowski, que antes fueron los hermanos Wachowski, directores de la
trilogía de Matrix, y que gracias a su cambio de sexo se han convertido en todo
un icono transexual y por lo tanto LGTB. Héroes civiles con capacidad
demostrada para crear héroes de ficción que, sin embargo, en esta ocasión han
fallado estrepitosamente. Una verdadera lástima.
Y es que Sense8
lo tenía todo. Una buena idea inicial: Ocho personas de diferentes culturas y
lugares del mundo están conectadas telepáticamente y pueden actuar juntas para
mejorar la realidad. El punto de partida es el día del Orgullo Gay, y entre los
personajes hay todo un abanico de tendencias sexuales: una trans con relaciones
lésbicas, dos heteros super-enamorados, dos gais emotivos y cachondos, dos
amantes conflictivos con infidelidad de por medio, un jovencito inexperto con
una mujer resabiada, una dominatriz karateca a punto de liarse con el poli que
la persigue… Tenía que funcionar. La primera temporada estaba cargada de
defectos pero el desafío merecía la pena. Además contaba con el español Miguel
Ángel Silvestre en una soberbia interpretación con vis cómica que parodiaba
precisamente a Matrix. Incluso tenía el beneplácito de las revistas del corazón
ya que la actriz principal Jamie Clayton, en un papel trans, es transexual en
la vida real y tuvo un romance con Keanu Reeves. Qué más se puede pedir para la
normalización.
Las hermanas
Wachowski se pueden lavar la manos y echar la culpa de todo a Netflix, pero lo
cierto es que dilapidaron un presupuesto de lujo, casi 9 millones de dólares
cada episodio, por ser demasiado pretenciosas y confiar en que sólo con su
nombre ya tenían garantizada una serie a perpetuidad. Les faltó solidez de
guión, imaginación, perspectiva, y la segunda temporada es aburrida, casi una
orgía permanente que no conduce a ninguna parte. Todo un alarde de
irresponsabilidad, teniendo en cuenta que el colectivo LGTB estaba pendiente de
ellas. A última hora, la web porno xHamster se ha ofrecido a financiar la
siguiente temporada, aduciendo que están a favor de la libertad sexual y la
sexualidad no-normativa, ya imaginamos con que objetivo. Si las Wachowski
aceptan sería como volver a la marginalidad, aunque la audiencia sea enorme,
algo que nadie podría perdonarles.
En estos tiempos de crisis, que ya amenaza
con ser permanente, las religiones y otras fuerzas reaccionarias extienden con
facilidad su mensaje involucionista ofreciendo a las personas una protección y
amparo que les permite controlarlas, de modo que el progreso social retrocede
hacia posiciones anteriores y se pierde lo ganado convirtiendo en simples
experimentos lo que son necesidades humanas: las mujeres de Afganistán
volvieron de la libertad al burka y los homosexuales podrían ser obligados a
regresar al armario. Por eso es necesario no perder ni una oportunidad de
afianzamiento, para solidificar lo conseguido y evitar una vuelta atrás. El
futuro siempre llega tarde, o no con la celeridad deseada, y dormirse en los
laureles es peligroso. Sense8 podría haber sido una serie de referencia, un
hito, ahora solo es un ejemplo de cómo no se deben hacer las cosas. Qué
pena.
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