¿Podemos amarnos bajo estas
condiciones laborales?
El amor es
un sentimiento necesario y el modo que tenemos de ganarnos la vida es
determinante para su existencia. Cuantos más impedimentos le pongamos mayor
será la posibilidad de que no surja, se desarrolle mal o se convierta en lo
contrario. Detrás del fracaso amoroso de muchas personas están unas malas
condiciones laborales, que en los casos leves provocan inestabilidad emocional
o separaciones traumáticas y en los graves malos tratos e incluso la muerte. No
es por tanto un tema que se deba eludir escudándonos en que no hay un método
para objetivarlo y en que es imposible presentar una estadística veraz que
confirme que nos amamos poco y mal en correspondencia con el empleo escaso y de
mala calidad.
Para no
ponernos muy elevados, digamos que el amor requiere presencia y la ausencia del
ser amado ocasiona dolor. Bien sea tu pareja, tus parientes, tus amistades, tu
mascota o el mar Cantábrico, si amas a alguien quieres estar a su lado: todo el
rato si amas mucho, a ratos si amas regular y pocas veces si tu amor es
intermitente y fugaz. Lo que no harás nunca es estar lejos, no de un modo
permanente, porque el amor a distancia desaparece ya que se alimenta del
contacto, del tiempo compartido. Por eso el amor es tan implacable, es lo más
real que tenemos: o amas o no amas, lo demás son argumentos consoladores.
Pensemos
por ejemplo en el medio millón de jóvenes que han abandonado a la fuerza el
país en los últimos años en busca de trabajo. Están preparados, tienen futuro,
pero el amor es un lujo que no se pueden permitir. Han dejado atrás a sus seres
queridos, el paisaje donde se han criado, viven en el extranjero, siete en un
piso, ahorran lo que pueden, el tiempo pasa. Si entonces surge el amor lo hará
en un lugar equivocado, en un momento de tránsito, y muchos lo recibirán como
un golpe de mala suerte. Han tenido la desgracia de enamorarse lejos de casa,
piensan volver, y las probabilidades de que la otra persona sea compatible con
el regreso son escasas. Muy pocos lo tirarán todo por la borda, la mayoría
creará una coraza y no superará la fase del enamoramiento pasional: sexo sin
promesas ni demasiadas explicaciones. No van a llegar a amarse, se quedarán a
mitad de camino, la unión sentimental con su país es demasiado poderosa. Y el
amor no se puede dejar para más tarde.
Tampoco
los que se quedan lo tienen mejor. Aquí el mercado de trabajo ha empeorado
tanto que bordea la esclavitud, se le roba a la gente su vida con horarios
infames bajo amenaza de despido procedente y el único valor apreciado en un
currículum es la obediencia ciega. Salvo cuatro privilegiados, a la mayoría les
llega justo para sobrevivir, alimentarse mal y pagar el alquiler de un chamizo
miserable. Eso por no mencionar a la cuarta parte de trabajadores en paro
indefinido que no tienen otro futuro que esperar una renta social básica que
les impida comer de la basura. ¿Qué amor pueden darles a sus hijos, si no los
ven casi nunca, o están tan agotados y deprimidos que no tienen ni para
levantarse ellos mismos el ánimo? ¿Y sus hijos, qué amor pueden desplegar en la
escuela o con sus amigos que no sea la bronca continuada, si ni tan siquiera
sus profesores pueden demostrarles que lo que se hace allí sirva para algo,
porque ellos ven a diario que nada sirve para nada, solo ser un gánster famoso,
solo gobernar corrompiendo y luego ir de vacaciones a la cárcel? El amor no
sobrevive en la desesperanza. Los parias no se aman, es publicidad engañosa, en
la realidad todo son reproches, gritos, mala hostia y te voy a partir la
cara.
Habría que
plantearse por tanto si se le puede llamar amor al ejercido por seres
condenados al egoísmo por pura supervivencia. Cuando hay poco le acabas robando
al otro hasta el amor, y lo destruyes, lo conviertes en odio. Entonces surgen
las malas interpretaciones y se mezcla amar con ser amado, algo muy peligroso.
La gente no mata por amor, sino por error, porque confunde ambas cosas y su
incapacidad para amar la proyecta en la otra persona, consiguiendo un cadáver
que ya no le va a corresponder. Nadie que ame haría eso, es absurdo, salvo que
haya sido educado tendenciosamente para alimentar esa confusión y no sea capaz
de distinguir el amor del odio. Amar es dar, desprenderte de ti mismo en favor
de lo amado, luego no buscas su destrucción sino que velas por su bienestar. Lo
importante es amar, que te amen será en todo caso la consecuencia. El amor no
es una propiedad privada y menos pública.
Todo el
que ha gobernado el mundo ha tenido el amor bajo control, por medio de la
religión o de las leyes, y el amor, con el tiempo, se ha deteriorado. No es que
antes hubiera más amor o de mejor calidad, sino que han disminuido las
posibilidades de que exista. No podemos amarnos bajo estas condiciones
laborales porque han sido diseñadas para lograr el efecto contrario: un mundo
inestable, cargado de miedo, con el futuro incierto, donde los individuos solo
aspiran a beneficiarse y no a beneficiar, lo cual nos degrada no ya como
humanos sino como seres vivientes.
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