DEMOSTRATIVOS
Ese niño pequeño que se suelta
de la mano de su madre para
atarle los cordones de los zapatos
a un viejo gordo y evitar así
el desastre. Esa chica de pelo azul
que escucha con sonrisa generosa
a una loca que habla de trenes
perdidos en la estación del metro.
Ese muchacho pálido y esa muchacha
pálida que se estiran mutuamente
las levitas siniestras y se tapan
los culos porque hace frío. Ese
ciclista detenido junto a una farola
que se mira la rodilla ensangrentada
y el señor bajito que saca de su cartera
una tirita con dibujos infantiles. Ese
hombre calvo que saluda con la cabeza
a todos los chicos con melena y la sonrisa
cachonda de los saludados. Esa mujer
delgada y bizca que se mira el escote
y arruga la nariz comparando sus
pechos diminutos y los dos pechos
que saltan cuando ella salta. Ese
hombre sentado en el banco verde
con los ojos estrellados que toma
nota de todo lo que sucede a su
alrededor. Ese reloj del ayuntamiento
que se detiene en la tercera campanada
de las seis en punto y la cara de
sorpresa de una sola persona. No,
de dos, de tres, de cuatro personas.
Foto: Paula Arranz
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