Podemos, el ruiseñor y el
sinsonte
Creer o no
creer, esa es la cuestión. O crees en la democracia, o crees que la democracia
es un impedimento para lograr tus mezquinos objetivos. O crees que en el
Parlamento debe estar representado el pueblo en su conjunto, o crees que el
pueblo debe estar trabajando para ti mientras tú ocupas el escaño, te sueltas
el botón de la americana y observas con desidia como te cuelga entre las
piernas el pico de la corbata. Porque no se puede ser creyente y no creyente a
la vez sin resultar sospechoso, al menos de tener dos caras o una del tamaño de
la espalda.
En el fondo todo
se reduce a esa certeza: no es compatible la soberanía popular con el gobierno
de unos pocos. No se puede afirmar tajantemente que Podemos no va a gobernar
bajo ningún concepto, por encima de tu cadáver, sin delatar que eres partidario
de una dictadura mamarracha donde los de siempre se comen el bacalao para que a
los demás les toque solo la raspa. Si encima le añadimos el agravante de nula
capacidad para disimular un pensamiento necio, clasista y oligárquico, acabas
como Villalobos diciendo que estos tipos huelen mal, no se duchan a diario, son
unos guarros. Cómo se nota que su madre no le golpeaba los domingos la puerta
del cuarto de baño para que no consumiera ella sola la bombona de butano.
Del mismo modo,
si Pablo Iglesias hubiera reaccionado ante la proverbial indiferencia de Rajoy
cuando ya veía aprobados sus Presupuestos diciendo, con el verbo florido del
añorado Anguita: “Se le ve cómodo y despreocupado al señor Presidente mientras
la procelosa miseria se abate cuan tifón sobre el pueblo famélico”, seguro que
le hubieran aplaudido sus señorías y el mensaje se perdería precisamente con esos aplausos. Sin embargo, como dijo que
al presidente se la traía floja y le importaba un huevo, todos se echaron las
manos a la cabeza y terminó acaparando titulares: ¡Qué escándalo, un doctor en
políticas expresándose como un estibador, y para más inri lo llevaba escrito,
con premeditación y alevosía!
Estas cosas no
sucederían si la política no se hubiera convertido en un apéndice infectado de
la economía, dejando a las personas y a sus necesidades al margen de cualquier
consideración, como ceros a la izquierda. Se pueden comprar barcos de guerra
que nadie necesita a cambio de trigo que todavía no ha sido plantado, pero no
se le puede subir el salario mínimo a un trabajador porque eso sería una
locura, un lujo impensable. Así el presupuesto para Defensa aumenta en un 32% y
se escatiman 22 millones para Valdecilla, que si se mueren los pobres no
tendremos que matarlos. Dicen que ha sido un olvido, que lo van a arreglar,
pero como mienten más que hablan es imposible creerles.
Nuestros
políticos dan lástima. Mientras el PP está a punto de abrir una línea regular
de autobuses para trasladarlos desde el Parlamento a pernoctar a la cárcel, el
PSOE se monta una presentación de candidata tirititrán cuya consigna oculta es:
Venceremos a Podemos, nuestro enemigo natural. La derecha mafiosa y la antigua
izquierda haciendo causa común para abaratar la democracia hasta dejarla
irreconocible. No es extraño que los que vivimos la Transición embargados de
felicidad veamos ahora cómo nos embargan la felicidad y acabemos pensando que aquella
fue la operación de maquillaje mejor orquestada de la historia de España. La
versión callejera lo resumía gritando: ¡Le llaman democracia y no lo es!
Esto recuerda a
la conocida anécdota del best-sellers de Harper Lee, To Kill A Mockingbird
(Matar a un sinsonte). Como se trataba de vender libros y aquí nadie sabía lo
que era un sinsonte, con la habitual chapucería nacional se tradujo como Matar
a un ruiseñor, tergiversando gravemente el título y de paso el significado de
la obra. Porque un sinsonte es un
pajarillo sin canto propio, que imita el de cualquier otro que haya cerca de
él, de manera que cuando el abogado Atticus
Finch les dice a sus hijos que condenar al negro Tom Robinson sería
como matar a un sinsonte, no se refiere a matar a un ruiseñor de hermoso canto
sino matar el canto de todos los pájaros, el canto mismo, o sea, la libertad.
En un país
acostumbrado a la dictadura, nos vendieron una mala traducción de la democracia
y como estábamos desesperados aceptamos la Transición sin rechistar. Pero ha
pasado el tiempo y volvemos a verle las orejas al lobo. Mientras las cunetas de
España siguen repletas de cadáveres sin identificar y los responsables se han
ido muriendo como Franco tranquilos en sus camas, sus herederos tienen el
coraje de sentenciar a un año de prisión a Cassandra Vera por hacer chistes
sobre Carrero Blanco, que era un facha no un angelito. Acabaremos volviendo al Nihil Obstat Imprimatur.
Que a nadie le
extrañe por tanto si un día Pablo Iglesias aparece en el Congreso en bicicleta
y tocando el timbre para pedir un aumento del ancho del carril bici, porque a
la gente ya no llega ni para gasolina, o que se masturbe en el hemiciclo
reivindicando el onanismo, la única práctica sexual que le queda a una
generación que morirá estéril por falta de presupuesto incluso para condones.
¿Acaso merece algo más este erial de infames charcuteros, ladrones
impresentables, vagos de mierda que solo saben poner el cazo? La grieta enorme
que nos separa la han abierto ellos, que se atengan a las consecuencias.
Enlace:http://www.eldiario.es/norte/cantabria/primerapagina/Podemos-ruisenor-sinsonte_6_631746862.html
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