Maceta cruda
Cuando llegué al barrio, le presté una atención premonitoria a una maceta sin pintar que había en el alféizar del segundo piso de mi bloque. Yo me dirigía un piso más arriba, en el siguiente portal, y desde la ventana del salón pude ver que la maceta no estaba sujeta con cuerda ni alambre, sencillamente reposaba en el platillo sobre un círculo de agua. Fue el primer objeto con el que tuve relación y determinó cómo sería a partir de entonces mi vida.
No recordaba haber estado nunca solo. Así como suena. Muchos hermanos, gente en la casa, amigos tocando el timbre, partidos de fútbol, bodas, bautizos y comuniones. Una copla que no suena sin gente alrededor. Pero ahora tocaba seguir adelante y sustituir a los demás por la presencia fiel de los objetos.
Hablo con las cosas, de momento en la cabeza pero dame tiempo, lo mismo con la cuchara, con los fideos de la sopa, con la nevera, con todo lo que me rodea, incluso a gritos con esa maceta sin pintar que da miedo pasar por debajo. Tengo la certeza de que está destinada precisamente a mí, y que me caerá encima un día que camine alegre y confiado.
de Silencios que me conciernen
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