MARTA SOBRE LA RODILLA IZQUIERDA
Marta intenta pedirme que le regale una cosa pero no acierta con la palabra justa. Boquea como un pez en el espacio reducido de su vocabulario y, como no encuentra nada que tenga todas las características que debe tener eso que ella quiere, poco a poco sus labios se van abriendo, dilatando, tensando hasta formar un círculo perfecto. Yo la miro con ironía, y entonces ella se esconde en mi chaqueta. En realidad, Marta sabe lo que quiere, y su titubeo es sólo un modo de abrirle posibilidades al regalo, de no delimitar el deseo y sufrir una decepción antes de haber concretado la esperanza. Le pido que siga buscando. Ella se afianza sobre mi rodilla con sus piernas de juguete y mira al cielo. Durante un breve momento, largo en su tiempo y en la realidad un pestañeo, Marta sueña. Luego sonríe, y con una sabiduría primordial renuncia a sus deseos inconcretos y alarga sus manos juntas hacia mí. Y las abre, lentamente. Para rellenar ese enorme vacío, pongo entre sus manos mi dedo índice de adulto, y ella se coge a él y lo aprieta y me mira y pregunta: ¿cuándo? El regalo ya tiene imagen en su cabeza, ella sólo quiere saber si la espera será larga. El regalo se agiganta en sus ojos. Entonces prometo. Yo prometo. Y al instante me arrepiento, Nunca se debe prometer Nada, y mi mente se acelera por haberle prometido otra cosa que no sea cubrirla de besos porque estoy convencido de que yo no tengo nada mientras que ella tiene el mundo entero en sus manos.
Las últimas palabras de esta frase pensada, pero no dicha, perturban de repente mi relación con Marta. Ella tiene el mundo entero en sus manos es la canción que cantan juntos Garland Green y la pequeña Susan en esa escena tan perversa de Con Air. La cara de Garland es la de Steve Buscemi, con sus ojos saltones, la camisa de un blanco quirúrgico, y los espantosos precedentes de ser un descuartizador encerrado desde los quince años en una celda de aislamiento de un psiquiátrico, y ahora liberado por el azar. Matará a la niña, seguro, sólo te preguntas cómo. Mientras lo haces, y trabajas tu propia sicopatía, Susan invita a Garland a tomar un té imaginario y le pregunta si está enfermo y él le dice que ES un enfermo, y qué pastillas tomas, pregunta la niña, y Garland responde que no hay medicinas para lo Suyo. Luego cantan la canción, que suena a popular. Hay foros en internet dedicados sólo a esta escena, la mayoría tienen como fondo musical Ella tiene el mundo entero en sus manos, y debaten sobre los motivos que impulsan a Garland a dejar con vida a la niña. Quizá ve en Susan la belleza, la pureza, o quizás a una heredera, una futura psicópata con un futuro demencial por delante. Quizá Susan sea yo, te preguntas como espectador. O quizá yo sea mucho peor que Garland Green, ya que la hubiera matado sólo por banalizar el argumento. El caso es que Garland Green es el único sicópata cinematográfico que logró los laureles con una única escena. Es preocupante…
Marta me tira de la chaqueta. No le gusta cuando me ausento. Cuando teorizo y me pongo a trabajar y la dejo sola encima de mi rodilla izquierda. Por eso comienza un tenaz interrogatorio para averiguar qué le voy a regalar. Le digo que el regalo lo decide ella. Y que todos los regalos son posibles si lo desea con intensidad. Pero Marta ya no me cree. No me cree porque tengo la mirada turbia. Marta se abraza a mí, y conmigo a lo inmediato. Sé que ahora está fingiendo cuando dice que ya sabe lo que quiere. Le pregunto el qué, y ella lo coge con sus dedos mínimos: quiere un botón de mi camisa. El botón que siempre llevo suelto y deja al descubierto mi pecho. Marta pone allí su mano, la deja quieta sobre mi piel, me llega su calor, y le prometo que ese botón y todos los que como él ocupen ese lugar en mis camisas serán suyos para siempre.
Que bueno es mencionar a Steve Buscemi , genial en Fargo, siempre genial , un top 10 de los actores vivos.
ResponderEliminarPrecisamente hace unos días discutí con Benitez Reyes en su blog, Felipe reseñaba a Steve como gran actor secundario , pero no comulgo con el termino secundario para Buscemi y bueno se montó una pequeña bronca, aunque admiro a Benitez y es un gran poeta. Saludos
Steve Buscemi no era secundario ni cuando hacía de secundario. Cada vez que sale en Fargo todos los demás quedan anulados por su fuerza interpretativa. Esta es una cualidad de las estrellas, que brillan con luz propia, y hacen creíble a cualquier personaje. No importa el tiempo que aparezcan en pantalla ni su lugar en los títulos de crédito. Recordemos a Marlon Brando en Apocalipsis Now...
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