jueves, 4 de septiembre de 2014

EL FONTANERO JOVEN-La cosecha


El Fontanero Joven, que se pone por su cuenta y abre negocio con nombre y apellidos, se encuentra con demasiada frecuencia expuesto a situaciones de peligrosa sementalidad. Por culpa de la pornografía ordinaria, los profesionales del digno oficio del soplete somos carne de cañón en el imaginario femenino, y son muchas las mujeres que pierden la cabeza ante un muchacho sudoroso y musculado, curtido al fuego y al estaño. Hay que tener cuidado dónde se dejan los genes o el objetivo de tener una fontanería propia y rentable se vendrá abajo mucho antes de hacer la primera declaración de la renta.

El  Fontanero Joven debe estar casado. O comprometido. O al menos tener una novia cuyo nombre mencionar cada dos frases. La soltería es para el fontanero como estopa bajo la llama, pasas de la chispa al incendio sin darte cuenta, por eso el teléfono del negocio debe atenderlo una chica que parezca tu propietaria, la que se acuesta contigo, y si al coger el pedido deja caer que está embarazada mejor. Nada de madres o hermanas al aparato, nada de “andará por ahí con los amigos”, nada de “seguro que está en la otra lonja”, nada de dar pistas económicas o sentimentales al otro lado. Porque el otro lado existe, y es oscuro. Veamos un ejemplo ilustrativo:

Arturo N.S. recibió una llamada inquietante que provenía del campo, más allá de la frontera de la vaca,  en el interior profundo. La voz era femenina, dulce, de sirena destornillador. Con cuatro risitas tontas le desmontó la cabeza, le sacó que era soltero y con negocio recién abierto, luego lo engatusó diciendo que la obra era sencilla pero “casi seguro que termina siendo el cuarto de baño entero”, y lo remató con un suspiro y un silencio de mujer al borde del naufragio total. Por inexperiencia y juventud, Arturo aceptó. Al llegar al pueblo, después de una hora  larga de carretera, se encontró con una pancarta que todavía chorreaba pintura y sentenciaba: Arturo y Sonia se casan HOY. Cuando llegó a la dirección indicada, lo recibió una tal Sonia, en bata de casa pero con el pelo de ceremonia, y le mandó enérgicamente que arreglara la cisterna, y minutos después se presentó ante él con traje de novia, enfadada, diciendo: Me da igual que dé mala suerte, pero dime que estoy guapa… Arturo debió huir de inmediato, pero, por educación, asintió con la cabeza y miró tímidamente al suelo. Cuando quiso darse cuenta ya tenía a la campesina encima mostrándole sus intimidades, mordiéndole la oreja y diciéndole cosas extenuantes. Lo siguiente que recuerda fue a los parientes de la chica cruzando por delante del cuarto de baño, con sonrisa lujuriosa ellos y ellas tapándose la boca con la mano, simulando vergüenza. Agustín consiguió a duras penas librarse de la fiera libidinosa pero cayó en las garras de sus familiares. Durante varias horas, lo llevaron por sus casas enseñándole toda la fontanería que sería suya si se quedaba en el pueblo. En el Ayuntamiento, que gestionaban unos primos de la novia, le prometieron la acometida de aguas y el nuevo saneamiento general. Esa gente es tan falsa que miente hasta cuando respira, y a base de artimañas lograron que firmara los papeles matrimoniales, que aceptara a Sonia por esposa, y ya lo arrastraban al lecho marital para la consumación irreversible cuando tuvo la inspiración de declararse católico y pedir un sacerdote para santificar el acto. Tuvo suerte. Se escondió en el váter, logró descolgarse por un canalón de zinc, se subió a la furgoneta y salvó el pellejo.

El caso de Arturo N.S., fontanero colegiado con negocio floreciente, debe servir de ejemplo y advertencia. Hay comunidades que matarían por tener un fontanero, y, si es joven, la inteligencia de su ADN  será codiciada por los campesinos necesitados de renovación sanguínea. Por supuesto, claro, si es listo puede que llegue a ser alcalde, o hacerse rico, pero quién quiere ser rico en el fin del mundo, quién quiere ser rico en una cárcel donde los barrotes son tus vecinos.

El Fontanero Joven debe recordar también que vivimos una época incierta y desconcertante. Hoy en día hay más químicos que laboratorios, más filósofos que pensamiento, pero nadie quiere enredar en la mierda, desatascar retretes, soldar tubos  cabeza abajo en el invierno helador; hacerse cargo, en fin, de las infraestructuras de la vida. Nuestro tiempo se acerca, el Gremio florece, dentro de poco tendremos licenciados y doctores en fontanería, y algún día, por qué no, un presidente fontanero. Hay que tener perspectiva, somos la élite social. El futuro nos pertenece por derecho. Menos sexo y más dignidad laboral.

                                                                       de La cosecha, pag. 85

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