LA EXTINCIÓN
DE LA CELULOSA
Volverá
el sol a regar las plantas
los
labios buscarán otros labios
donde
decir sus besos apresurados
los
cuerpos serán de nuevo los cuerpos
el alma insensata
intentará perdurar
si acaso recordamos
que tuvimos alma.
Saldrán a
la calle las piernas y los brazos
para
andar y coger en argentino, y tocar
de uno en
uno, los objetos existentes
hasta
desgastarlos, porque el tiempo
será otra
vez el tiempo en su trascurso
las horas
las horas, los días los días.
Yo podré
recuperar mis ojos grandes
para ver
lo invisible, no lo que veo
ahora que
todo es tan claro y duele,
y me
encerraré voluntario aquí mismo
donde
ahora estoy preso, y escribiré
libros
que no le importan nada a nadie.
Y nos reuniremos
cuatro amigos solos
en la librería
escondida, allá al fondo,
para
presentar libros extraños y bajitos
con
versos madurados en abismos
insondables,
en el vacío más pelado,
y
preguntarnos qué demonios es la poesía.
De madrugada
regresaré, eso sí, al cariño
de tus
brazos, y con una chispa de vino te diré
que vendí
trece ejemplares y le dediqué uno
al perro
de una amiga, que le gusta masticarlos,
pero he
tenido una idea nueva y gloriosa
que te
contaré de inmediato y al detalle
mientras tú
duermes, sonriente, a mi lado.
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