El especialista
El operario metió la llave del doce en las tripas de la lavadora, dirigió la mirada hacia el techo, contó mentalmente hasta tres y dio un golpe de muñeca. Al sacar la mano, tenía en la boca de la llave la cabeza del pasador, rota. Me miró asustado, yo le miré con odio, se puso rojo, y cuando iba a empezar a echarle la bronca sacó el móvil, llamó al almacén y dijo un nombre. Mientras esperábamos, me aseguró que ese tiempo no me lo iba a cobrar.
El especialista escuchó el relato de su compañero mientras se sujetaba con cinta aislante a la muñeca una linterna diminuta. Luego la encendió, se tumbó en el suelo, cerró los ojos y fue pidiendo herramientas como un cirujano. En cinco minutos el problema estaba resuelto, me hicieron un descuento y se marcharon. Bajando por las escaleras, el operario le decía al especialista que lo suyo era absurdo, que las manos no tienen ojos, y el otro decía que sí.
de Silencios que me conciernen
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