LA PIEDRA BONITA
Supongo que la mayoría de vosotros os habéis apuntado a este curso de cantería sin tener vocación alguna, porque alguien os ha dicho que da dinero, que tiene muchas salidas y que es una alternativa profesional a la tradicional y cada vez más despreciada albañilería. Yo podría deciros que eso es cierto, podría animaros a seguir adelante y presentaros un futuro de lo más alentador. Pero no lo voy a hacer, no tengo tiempo ni ganas. Lo único que de verdad me interesa son las piedras. Hay muchas piedras, de muchos tipos, colores y texturas, y de todas ellas hablaremos a lo largo de este curso. Si no os gustan las piedras os acabarán gustando y si no os acaban gustando tarde o temprano tendréis que dejar la cantería. A diferencia de la albañilería, la cantería requiere cariño, aprecio y respeto por la materia prima que utilizamos. Nosotros no escondemos nuestras miserias debajo de un raseo de cemento. Nosotros dejamos las piedras a la vista, contamos nuestra historia a través de ellas. Y no os estoy hablando de piedras talladas, cortadas, cuadriculadas, envasadas, con sello de garantía y control de calidad; esas no son piedras, son losas, cuerpos muertos que sólo tiene en común con las piedras el hecho de ser piedra y no de cemento o ladrillo. Yo os hablo de piedras crudas, irregulares, de las que tiene un golpe o media docena como mucho: piedras de río, piedras de cantera, grandes o pequeñas, pero todas diferentes y cada una con su personalidad propia. Las piedras que dan origen y fundamento a nuestro peculiar oficio. Porque nosotros somos únicos como lo son nuestras piedras, por eso nos llaman por nuestro nombre y nadie dice simplemente: `llama al cantero´, sino llama al cantero Julián, al cantero Oscar o al cantero Rodríguez. Cada uno de nosotros tiene su forma de trabajar y eso le define ante los demás. A veces, vamos en grupo y se nos dice los Canteros del Maestro Santiago o los Canteros de Cifuentes. Y a todos nos gustaría que nos llamaran los Canteros de la Bonita, el título más alto en este oficio, el que todos quieren poseer. Por eso muchos canteros mienten como pescadores y afirman que ellos ponen siempre la Piedra Bonita. Aunque mientan, no hay que dejar de creerles, ni tampoco desconfiar de ellos: es sólo una cuestión de fe. A lo largo de vuestra trayectoria profesional vosotros también mentiréis y por ello hay que tener misericordia con los que mienten, y más si son canteros. Porque los días son largos y crueles a pie de muro. Hay muchas piedras que colocar y no todas se comportan como esperamos de ellas. Son muy susceptibles y si las ponemos de cualquier manera se niegan a encajar. Entonces la jornada se vuelve una condena, la obra no avanza, y tiras la maza al suelo y reniegas del oficio, y dices que nunca más, y puede que tu vida se esté torciendo como ese muro imposible y desees no haber tocado jamás una piedra. Entonces, sobre todo entonces, es cuando puede aparecer la Bonita. La Bonita es una piedra especial, sin forma ni tamaño, una oveja más entre el rebaño de piedras sin colocar... Pero ¡ay cuando la colocas! Pones la Bonita y todo el muro, toda la pared, todo el edificio resplandece y cobra sentido. Pones la Bonita y has salvado el día, la semana, el año, la vida. Regresas a casa y todos te ven brillar con luz propia y te preguntan qué te pasa y tú lo más que aciertas a decir es: me llamo Rubén y soy cantero. Con orgullo, con dignidad, con grandeza, sin la más mínima intención de volver a plantearte dejar el oficio. La Bonita aparece así, en los momentos de duda, pero también en aquellos en que pecas de soberbia y presumes demasiado, y viene la Bonita y te pone en tu lugar. Si vais a ser canteros buscaréis la Bonita, soñaréis con ella, querréis ser merecedores de ella. Pero recordad: la Bonita es sólo un ideal, un concepto, y vuestro trabajo consiste en colocar piedras, no en buscar conceptos, dejad eso a los filósofos. A menudo os encontraréis mirando muros y edificios buscando la Bonita, perderéis el tiempo, nunca está allí. Y si habláis con el que colocó esas piedras y él señala con el dedo hacia un lugar y afirma que aquella piedra en concreto es la Bonita, no la veréis, porque la Bonita es invisible. Hay muros enteros, edificios completos que han sido levantados sin una sola Piedra Bonita, y ahí están, no tienen nada malo, se mantiene en pie como todas las grandes obras que los canteros hemos llevado a cabo. Pero observad a la gente, a los que no son del oficio, y si los veis asombrados ante una de nuestras construcciones y en un instante afirman que es una obra hermosa y señalan a un punto o miran fijamente hacia un lugar determinado, no dudéis que por allí cerca anda la Piedra Bonita.
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