Flamante corcel
El día de la inauguración, organicé en la librería una sesión de cuentacuentos y una maestra logró que un niño se meara de la emoción escuchando Juan Sinmiedo. Era una mujer pequeñita, bailarina, sabía atrapar a los niños danzando con el libro abierto entre ellos. Muy gesticulante, como si fuera la primera sorprendida por lo que estaba leyendo. Me explicó la importancia de no cambiar una sola palabra del cuento o los niños se sublevan y entonces la narración avanza a trompicones y pierde el interés. Eso sin mencionar que hay que respetar al autor, sobre todo si es anónimo, y ciertas barbaridades como decir `hermoso caballo´ por `flamante corcel´ pueden acabar con una generación, y de paso con los flamantes corceles, que ya sólo viven en los cuentos. Respecto a los ojos, me pidió que me fijara en su mano derecha mientras leía, y comprobé que al pasar sobre cada niño daba un ligero golpecito en el aire con el dedo índice, a modo de varita mágica, y depositaba en aquel par de asombros una estrella que brillaba hasta el final del cuento, y un poco más allá.
de Mercedes Cancelo
0 comentarios:
Publicar un comentario