ME GUSTARÍA tener el consuelo
de saber mis dimensiones:
dónde el principio,
dónde los límites,
cuánto gozo y pena
me deparan los días,
para vivirlo todo ahora
y acto seguido
claudicar.
Quiero quedarme en la vida
como quien decide
no volver a levantarse de la cama,
llorar entre las sábanas
por mi pérdida,
ser un despojo, un desecho,
el malogrado,
y que el aire se las apañe
para entrar en mis pulmones
y mantenerme por siempre
moribundo.
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