Arco iris
Voy a tender la ropa y al abrir la ventana me encuentro un arco iris en el patio. Se me abre la boca, no es para menos, y una vez superado el impacto inicial distingo al otro lado de la franja de colores a mi vecina con su hija pequeña en los brazos. La niña da saltitos y señala con el dedo un punto en lo alto. La llave de paso del sexto piso tiene un escape, es algo insignificante, apenas un poro abierto que difunde en el aire una lámina de gotitas de agua que los rayos del sol evaporan y dan color. Es algo prodigioso, y mientras pienso que resulta esperanzador que existan arco iris tan accesibles, tan cotidianos, el vecino del sexto abre la ventana para averiguar qué sucede. La vibración del marco hace que algo en el interior de la llave encuentre de nuevo acomodo, se cierra el paso del agua y el arco iris desaparece. Bruto, dice la niña. Su madre la baja al suelo, la pone a correr por el pasillo y cierra la ventana. Yo empiezo a tender la ropa y cuelgo con cada prenda una sonrisa.
de Mercedes Cancelo
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